Por Nelson Santana y Emmanuel Espinal
7 de diciembre de 2025
Anterior: 16 contra la violencia, memorias dominicanas: Andrea Evangelina Rodríguez Perozo
El 25 de noviembre no es una fecha cualquiera. Es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, declarado en memoria de Las Hermanas Mirabal —Minerva, Patria y María Teresa—, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura de Trujillo. Desde entonces, organizaciones en todo «16 Días de Activismo», que culmina el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Ese arco temporal recuerda una verdad esencial: la violencia contra las mujeres es una violación de derechos humanos.
ESENDOM se suma con una serie especial de 16 entregas —una por día— para nombrar, recordar y exigir. Honramos a Mamá Tingó (Florinda Soriano Muñoz), lideresa campesina asesinada por defender la tierra; a Lucrecia Pérez Matos, migrante dominicana asesinada en España en un crimen de odio; y a casos recientes que movilizaron conciencias como Emely Peguero. No son estadísticas: son vidas, familias y comunidades marcadas por femicidios, agresiones, impunidad y desprotección institucional.
Nuestra apuesta es clara: la violencia contra las mujeres debe cesar. Durante estos 16 días, ofreceremos perfiles breves, contexto histórico, claves legales y llamados a la acción para que cada lectura se convierta en memoria activa y compromiso ciudadano. Te invitamos a leer, compartir, educar y exigir políticas efectivas de prevención, protección y justicia.
Porque recordar es un acto de amor y de responsabilidad. Por ellas y por todas: ni una menos.
Esta serie no establece un ranking. El orden responde a criterios editoriales y cronológicos. Honramos a cada mujer con igual respeto. La violencia contra las mujeres debe cesar.
Serie ESENDOM «16 días por ellas» (25 de noviembre–10 de diciembre)
Introducción
El 13 de noviembre de 1992, Lucrecia Pérez Matos—dominicana de 32 años, madre, trabajadora doméstica—fue asesinada por disparos de un grupo ultraderechista en Aravaca (Madrid). Su muerte marcó un punto de inflexión: el primer crimen reconocido judicialmente como delito de odio por racismo y xenofobia en la España democrática. Más de tres décadas después, su nombre trasciende como recordatorio de la violencia racial y llamado a la acción contra el ultranacionalismo.
Por qué es relevante hoy
En 2025, España enfrenta contradicciones agudas: mientras la ultraderecha gana terreno electoral, movimientos antirracistas sostienen una resistencia activa. Disney+ estrenó el 27 de junio de 2024 la serie documental Lucrecia: Un crimen de odio, con testimonios de familiares incluida su hija Kenia, policías y magistrados Disney. El debate sobre memoria urbana continúa: el mural pintado en 2017 fue retirado en 2021, repintado por activistas en noviembre 2022, y eliminado definitivamente en abril 2023. Los homenajes anuales en la Plaza Corona Boreal mantienen viva una disputa simbólica crucial para la democracia.
Qué hizo / Qué la convierte en símbolo
Lucrecia trasciende por tres dimensiones fundamentales:
Justicia histórica: Su caso estableció precedente judicial con condenas de 54 años para el guardia civil Luis Merino y 24 años para cada uno de los tres menores.
Memoria colectiva: Inspiró obras como «Canción para Lucrecia» de Carlos Cano y «Lucrecia» de Ska-P, además de documentales que conectan con nuevas generaciones.
Catalizador social: Su nombre articula luchas por derechos migrantes, con trabajadoras domésticas dominicanas como Rafaela Pimentel liderando reformas laborales fundamentales.
Ficha biográfica
Nombre: Lucrecia Pérez Matos
Nacimiento: 15 de diciembre de 1959, Vicente Noble, Barahona
Fallecimiento: 13 de noviembre de 1992, Madrid
Nacionalidad: Dominicana
Ocupación: Trabajadora doméstica
Familia: Hija Kenia (6 años al momento del crimen); cónyuge: Víctor Trinidad
Hecho histórico: Primera víctima de crimen racista reconocido judicialmente en España
Condenas: Luis Merino Pérez: 54 años; Felipe Carlos Martín Bravo, Víctor Julián Flores y Javier Quílez Martínez: 24 años cada uno
Biografía ampliada (narrativa)
Lucrecia migró buscando sostener a su familia mediante el trabajo doméstico, llegando a Madrid apenas un mes y medio antes de su muerte. La comunidad dominicana se reunía en espacios públicos de Aravaca tras jornadas agotadoras. La convivencia se deterioró progresivamente: circulaban panfletos xenófobos, aumentaban las redadas policiales y crecía la estigmatización mediática.
La noche del 13 de noviembre de 1992, cuatro encapuchados irrumpieron en las ruinas de la discoteca Four Roses donde personas dominicanas compartían una cena. Dispararon indiscriminadamente. Lucrecia recibió dos balas, una atravesó su corazón. La investigación reveló que un guardia civil de 25 años y tres adolescentes de 16 años salieron desde la Plaza de los Cubos para «dar un escarmiento a los negros».
La prueba balística y las confesiones confirmaron el carácter premeditado del ataque. La sentencia del 4 de julio de 1994 estableció que fue asesinada por ser «extranjera, negra y pobre». Las manifestaciones masivas que siguieron representaron un despertar social sin precedentes.
Su muerte resonó transatlánticamente. En República Dominicana se catalizó debates sobre identidad racial y afrodescendencia. En España se convirtió en un símbolo permanente: cada aniversario convoca a colectivos que mantienen la memoria pese a retrocesos institucionales y discursos xenófobos renovados.
El arte acompañó esta pedagogía ciudadana: desde Carlos Cano hasta grupos contemporáneos, pasando por académicas como Lorgia García Peña que sitúan su historia en análisis críticos del racismo estructural.
Kenia, que tenía seis años cuando quedó huérfana, reside actualmente en España y trabaja en el Movimiento contra la Intolerancia. Ha declarado que la tragedia «ha servido para reducir el racismo», recordando que la justicia se mide en vidas interrumpidas y en el derecho fundamental de vivir sin miedo.
Conclusión
Lucrecia Pérez Matos representa una frontera ética innegociable. Su asesinato exige confrontar el racismo sistémico, fortalecer políticas públicas y defender sin ambigüedades la dignidad de personas migrantes y racializadas. Tres décadas después, su legado interpela instituciones y ciudadanía: la memoria es condición indispensable para la democracia plena. En ESENDOM, su nombre se inscribe junto al de mujeres dominicanas que, dentro y fuera del país, resisten el olvido y transforman dolor en movilización colectiva. Que cada 13 de noviembre—y cada día—Lucrecia nos convoque: ni olvido ni silencio.
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