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Cultura y conciencia

El significado del 25 de noviembre: la eliminación de la violencia en contra de la mujer

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Por Nelson Santana y Emmanuel Espinal
25 de noviembre de 2025

Read in English: The Significance of November 25: Eliminating Violence Against Women

Cada 25 de noviembre la República Dominicana se enfrenta a un espejo implacable. No es una fecha más en el calendario: nace del dolor, del coraje y de una deuda histórica. El mundo conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en honor a tres dominicanas —Patria, Minerva y María Teresa Mirabal— asesinadas por la dictadura trujillista en 1960. La

Organización de las Naciones Unidas (ONU) selló ese homenaje en 1999, reconociendo que el crimen contra «Las Mariposas» fue político, pero también machista: una advertencia universal sobre lo que ocurre cuando el poder se cree dueño de los cuerpos y las voces de las mujeres. 

ESENDOM se suma con una serie especial de 16 entregas —una mujer, una historia, cada día— para nombrar, recordar y exigir. Desde Mamá Tingó (Florinda Soriano Muñoz), lideresa campesina asesinada por defender la tierra, hasta Lucrecia Pérez Matos, migrante dominicana asesinada en España en un crimen de odio, pasando por casos recientes que movilizaron conciencias como Emely Peguero. No son estadísticas: son vidas, familias y comunidades marcadas por feminicidios, agresiones, impunidad y desprotección institucional. Cada entrega rescata del olvido a una mujer cuya historia exige justicia.​​​​​​​​​​​​​​​​

Hablar del 25 de noviembre es hablar de ellas, pero también de todas. Las Mirabal no murieron solo por enfrentarse a Trujillo; murieron por atreverse a ser mujeres libres en un país diseñado para obedecer a un hombre absoluto. Al recordarlas, no basta repetir sus nombres: hay que entender lo que representaron y lo que siguen representando para el país, la región y la comunidad dominicana en el exterior. 

Las Mariposas: cuando la dignidad se organiza

Las cuatro hermanas Mirabal crecieron en Ojo de Agua, Salcedo, en una familia marcada por la educación y la conciencia social. En una época en que el miedo era idioma oficial, sus hogares no exhibían la foto del dictador: un gesto pequeño, pero revelador. Cada una encontró su camino hacia la resistencia. Minerva, la más política y radical, encendió el Movimiento 14 de Junio junto a Manolo Tavárez Justo. María Teresa la siguió desde la universidad y la convicción juvenil. Patria, menos visible en el frente, prestó su casa, su fe y su vida a la causa. Dedé, la hermana que sobrevivió, no participó en la clandestinidad, pero cargó luego con una misión casi bíblica: conservar la memoria, criar a los hijos de las asesinadas y convertir el hogar familiar en museo y archivo vivo.

Minerva sintetizó un sueño dominicano: mujer profesional, valiente, frontal. Rechazó los avances sexuales de Trujillo, y ese «no» tuvo consecuencias de Estado. Su expediente universitario fue manchado, su licencia como abogada bloqueada, su familia hostigada. Pero no cedió. En un país donde el dictador se creía propietario de las mujeres, Minerva defendió la idea revolucionaria de que una mujer no es territorio ocupable. Ahí empieza el significado profundo del 25 de noviembre: no se trata solo de violencia física; es violencia toda estructura que reduce a la mujer a obediencia, silencio o trofeo.

El crimen que cambió la historia

El 25 de noviembre de 1960, las tres hermanas —junto al chofer Rufino de la Cruz— regresaban de visitar a sus esposos presos. La dictadura las interceptó en la carretera, las golpeó, estranguló y dejó sus cuerpos dentro del jeep, derrumbado por una barranca para simular un accidente. El mensaje era claro: así termina una mujer que se sale del molde.

Pero el cálculo de Trujillo falló. Su crimen produjo el efecto contrario: la indignación nacional e internacional creció, y seis meses después el dictador fue ajusticiado. Las Mirabal hicieron temblar el machismo del régimen: revelaron que el miedo no es invencible cuando la dignidad se organiza.

El 25 de noviembre no es solo memoria; es quiebre. Marca el día en que la violencia patriarcal del Estado quedó expuesta ante el mundo. Desde entonces, la fecha abre los «16 días de activismo contra la violencia de género», hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. La lógica es contundente: sin vidas seguras para las mujeres, no existe democracia plena ni derechos humanos reales.

De la historia a la calle: la Marcha de las Mariposas

En la República Dominicana contemporánea, el legado de las Mirabal se reencarna cada año en las calles. Marchas multitudinarias en Santo Domingo —bajo el grito de #NiUnaMás— confirman que la violencia no es cicatriz del pasado, sino herida activa. Las pancartas que exigen castigo a feminicidas, igualdad sustantiva y derechos reproductivos no son «modas importadas»: son continuidad histórica. Las Mariposas no lucharon para ser estatuas; lucharon para que otras mujeres pudieran vivir sin miedo.

Si el crimen de 1960 fue crimen de Estado, los feminicidios actuales, el acoso sistemático, la desigualdad salarial, la impunidad judicial y la cultura de «eso es problema de pareja» son también formas de violencia estructural. El 25 de noviembre nos obliga a nombrarlas en plural: violencia física, sexual, psicológica, económica, simbólica. La ONU lo fija con claridad: cualquier acto que cause o pueda causar daño por razón de género es violencia y, por tanto, violación de derechos humanos.

Más allá de las heroínas: una genealogía de lucha

La historiadora Elizabeth Manley advierte algo crucial: la memoria dominicana suele reducir la historia de las mujeres a listas de heroínas excepcionales. Y aunque las Mirabal son faro, no fueron milagro aislado. Formaron parte de redes amplias de activismo femenino: maestras, escritoras, trabajadoras, madres, militantes. Desde Salomé Ureña, Ercilia Pepín, Abigail Mejía, Petronila Angélica Gómez y su revista Fémina, hasta las mujeres de la resistencia en los 40 y 50, la lucha ha sido densa, contradictoria, transnacional y persistente.

Ese dato importa porque el 25 de noviembre no solo pide justicia por tres mártires; pide reconocimiento para todas las que sostuvieron el país mientras el país las invisibilizaba. Manley también recuerda que la clase y la raza condicionaron quién podía organizarse. Por eso, en la actualidad, la violencia de género golpea con más fuerza a mujeres migrantes, afrodescendientes, pobres, con discapacidad o disidencias sexuales. Conmemorar el 25 de noviembre implica mirar esas intersecciones, no solo repetir eslóganes.

Una mariposa en el exterior: Lucrecia Pérez Matos

Este año, el 25 de noviembre dialoga también con otra historia dominicana marcada por la violencia: la de Lucrecia Pérez Matos, asesinada en España hace 33 años por una banda neonazi. Su crimen no fue «solo racista»; fue racista, xenófobo y profundamente misógino. Mujer, negra y pobre: tres razones para que la extrema derecha creyera que podía eliminarla. Recordarla en estas fechas amplía el mapa de lo que entendemos por violencia contra la mujer.

Lucrecia representa a miles de dominicanas migrantes que salen buscando vida y encuentran sistemas que las precarizan, estigmatizan o convierten en objetivo. Su legado, como el de las Mirabal, no se quedó en tragedia: activó movimientos antirracistas, inspiró obras artísticas y fortaleció redes de apoyo a trabajadoras domésticas e inmigrantes en España. La violencia que sufren las mujeres no conoce fronteras; por eso el 25 de noviembre tampoco debe conocerlas.

Lo que sigue vigente

El 25 de noviembre es homenaje, pero también mandato. Nos dice que la memoria sin acción es museo vacío. Nos recuerda que la violencia no es inevitable ni «natural»; es una política, una cultura, una economía del poder que se puede desmontar. Cada vez que una dominicana alza la voz contra el abuso, cada vez que una comunidad protege a una víctima, cada vez que un tribunal castiga con justicia, cada vez que un hombre desaprende el machismo, «Las Mariposas» vuelven a volar.

En ESENDOM, al conmemorar esta fecha, no solo recordamos el pasado: afirmamos un futuro posible. Las Mirabal no lucharon para ser recordadas un día al año. Lucharon para que ningún 25 de noviembre vuelva a nacer de un asesinato, sino de una victoria. Y hasta que eso sea verdad —en la República Dominicana, en la comunidad en el exterior, en cualquier rincón donde una mujer tema volver a casa— el 25 de noviembre seguirá siendo fecha de duelo y de combate. Un día para decir, con la misma firmeza de Minerva: no tenemos miedo.​​​​​​​​​​​​​​​​

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