Por Nelson Santana y Emmanuel Espinal
24 de octubre de 2025
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Este artículo forma parte de una serie especial de ESENDOM en la que revelamos, día a día, los nombres de los 20 mejores peloteros dominicanos de todos los tiempos según su WAR (Wins Above Replacement), la métrica que mide el valor total de un jugador para su equipo.
WAR (Victorias Sobre Reemplazo) mide numéricamente cuántas victorias adicionales aporta un pelotero específico comparado con un jugador promedio de Triple-A que subiría solo para cubrir la posición. Esta métrica domina el análisis moderno porque integra todas las facetas del juego —ofensiva, defensiva, velocidad en las bases, y pitcheo— en una cifra única, permitiéndote distinguir claramente entre jugadores que realmente impactan el resultado y aquellos que apenas ocupan espacio en el roster.
La lista incluye tanto a jugadores nacidos en la República Dominicana, como Pedro Martínez y Juan Marichal, así como a peloteros de ascendencia dominicana nacidos en Estados Unidos, como Alex Rodríguez y Moisés Alou. Con esta entrega buscamos no solo repasar estadísticas, sino también rendir homenaje a la influencia cultural y deportiva que estos atletas han dejado en la historia de las Grandes Ligas y en el orgullo dominicano.
Julio Franco, el dominicano que le ganó al reloj
Julio César Franco nunca tuvo prisa alguna. Mientras su generación completa se retiraba silenciosamente, él seguía conectando líneas imparables con un swing elástico inconfundible y disciplina casi monacal. Nacido en Hato Mayor y formado beisbolísticamente en Consuelo, recorrió cinco décadas completas de béisbol profesional, bateó exitosamente en cuatro continentes diferentes y, a los 48 años cumplidos, se convirtió en el jugador de posición más veterano en la historia de MLB en conectar cuadrangular. Su historia representa al dominicano que convirtió el tiempo inexorable en su compañero más fiel.
Biografía
Julio Franco (23 de agosto de 1958) creció en Consuelo, San Pedro de Macorís, donde el béisbol funciona simultáneamente como idioma materno y oficio heredado. De la escuela Divine Providence transitó directamente a los terrenos polvorientos donde cazatalentos profesionales afinan perpetuamente el ojo. En 1978 firmó como agente libre amateur con los Philadelphia Phillies por recomendación directa de Eparquio «Quique» Acevedo.
Debutó en Grandes Ligas el 23 de abril de 1982 con Philadelphia, pero su puerta definitiva se abrió tras el cambio invernal hacia Cleveland (diciembre 1982, la transacción histórica por Von Hayes). En 1983, su primera temporada completa, terminó segundo en votación al Novato del Año de la Liga Americana. Entre 1986 y 1989 bateó consistentemente sobre .300 en forma consecutiva y, ya establecido como torpedero titular, encadenó cuatro Silver Sluggers impresionantes (1988-1991). Su estilo distintivo—postura extremadamente abierta, bate notablemente pesado y látigo violento de muñecas—resultaba tan particular visualmente como devastadoramente efectivo.
En diciembre de 1988 fue transferido a los Texas Rangers. Allí experimentó su apogeo absoluto: tres selecciones All-Star consecutivas (1989-1991), MVP del Juego de Estrellas 1990 y, en 1991, campeón indiscutible de bateo de la Liga Americana con .341, primera corona de promedio en la historia completa de la franquicia texana. Una lesión severa de rodilla en 1992 lo empujó permanentemente hacia primera base y bateador designado, pero jamás apagó su producción ofensiva.
En 1994, con los Chicago White Sox, marchaba directamente hacia 100 carreras impulsadas cuando la huelga truncó abruptamente la temporada; aun así, conquistó su quinto Silver Slugger como bateador designado. Posteriormente fue pionero global genuino: Chiba Lotte Marines (NPB japonés, 1995), regreso triunfal a Cleveland (1996-1997), Milwaukee (1997), México dominante (.423 en 1999), Samsung Lions (KBO coreano, 2000) y el renacer espectacular con Atlanta Braves (2001-2005). Con los New York Mets (2006-2007) selló definitivamente su leyenda de eternidad: jonrón histórico a los 48 años (30 de abril de 2007) y múltiples marcas imborrables de «jugador más veterano ». En Lidom defendió orgullosamente Escogido y Estrellas Orientales, donde estableció un mítico .436 en la temporada 1997-1998.
Estadísticas y Legado
La hoja de servicios resulta monumentalmente extensa: 23 temporadas completas en MLB, 2,586 juegos disputados, 2,586 hits acumulados, línea ofensiva de .298/.365/.417, 173 jonrones, 1,194 carreras remolcadas y 281 bases robadas. Su valor acumulado supera ampliamente los 44 WAR (Baseball-Reference), cifra que lo posiciona definitivamente entre los 15 jugadores dominicanos de mayor aporte histórico como jugador de posición. En 1991 lideró todas las Grandes Ligas en promedio (.341) y sencillos conectados; en 1994 terminó dentro del Top-10 en votación al MVP. Acumuló 3 selecciones All-Star, 5 Silver Sluggers excepcionales (4 como segunda base, 1 como bateador designado) y el MVP del Juego de Estrellas 1990 con el doble decisivo contra un misil de 101 mph del cerrador Rob Dibble.
Más allá de estadísticas frías, Franco redefinió científicamente la longevidad deportiva: jugador más veterano en MLB en conectar jonrón, grand slam, cuadrangular como emergente, dos jonrones en un juego y en robar dos bases consecutivas; además, el último grande nacido en la década de 1960 en ver acción competitiva. Su carrera genuinamente transnacional—NPB japonés, KBO coreano, Liga Mexicana y Lidom—lo transformó en embajador mundial del pelotero dominicano fuera de las Grandes Ligas, ejemplo supremo de adaptabilidad cultural y respeto profundo por el oficio.
En lo cultural profundo, su figura alimenta perpetuamente el orgullo de San Pedro de Macorís y Hato Mayor, además de una ética inquebrantable de vida que él mismo resumía en tres reglas fundamentales: comer inteligentemente, trabajar duramente y descansar apropiadamente. Para generaciones completas de infielders dominicanos, Franco demostró definitivamente que la técnica depurada, el cuidado obsesivo del cuerpo y la curiosidad intelectual por aprender (desde Japón hasta Corea) pueden sostener indefinidamente una carrera cuando el pasaporte sugiere otra realidad.
Conclusión
De Julio Franco permanece indeleble la imagen del swing que parecía orar devotamente, del bate que entraba tarde y salía temprano, y de un profesional consumado que convirtió gimnasio y cocina en extensiones naturales del dugout en longevidad. Nunca fue la estrella ruidosa mediática: fue el metrónomo imperturbable. Jugó donde lo llamaron profesionalmente, produjo donde lo necesitaron y nos enseñó definitivamente que la longevidad también constituye un talento cultivable. En su espejo perpetuo, el pelotero dominicano se ve paciente, universal y eternamente vigente.
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