Por Emmanuel Espinal y Nelson Santana
26 de octubre de 2025
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Este artículo forma parte de una serie especial de ESENDOM en la que revelamos, día a día, los nombres de los 20 mejores peloteros dominicanos de todos los tiempos según su WAR (Wins Above Replacement), la métrica que mide el valor total de un jugador para su equipo.
WAR (Victorias Sobre Reemplazo) mide numéricamente cuántas victorias adicionales aporta un pelotero específico comparado con un jugador promedio de Triple-A que subiría solo para cubrir la posición. Esta métrica domina el análisis moderno porque integra todas las facetas del juego —ofensiva, defensiva, velocidad en las bases, y pitcheo— en una cifra única, permitiéndote distinguir claramente entre jugadores que realmente impactan el resultado y aquellos que apenas ocupan espacio en el roster.
La lista incluye tanto a jugadores nacidos en la República Dominicana, como Pedro Martínez y Juan Marichal, así como a peloteros de ascendencia dominicana nacidos en Estados Unidos, como Alex Rodríguez y Moisés Alou. Con esta entrega buscamos no solo repasar estadísticas, sino también rendir homenaje a la influencia cultural y deportiva que estos atletas han dejado en la historia de las Grandes Ligas y en el orgullo dominicano.
Bartolo Colón no fue sólo un pitcher. Fue un evento cultural
«Big Sexy», el gordito que nadie podía tumbar, el hombre que a los 42 años se dio el gusto supremo de sacarla por el jardín izquierdo y caminó las bases como si estuviera desfilando por Altamira, se convirtió simultáneamente en leyenda dominicana y fenómeno neoyorquino. Ganador indiscutible del Cy Young, 247 victorias monumentales en Grandes Ligas, y un carisma que todavía circula como meme viral, pero también como respeto puro y genuino.
Biografía
Bartolo Colón nació el 24 de mayo de 1973 en Altamira, Puerto Plata, República Dominicana. Su niñez no conoció glamur alguno: era trabajo duro, machete afilado y sol inclemente. Desde los 9 hasta los 14 años, recogía café junto a su padre Miguel, cargando sacos pesados en el campo montañoso. Él siempre ha sostenido que esa rutina brutal—el trabajo de tierra, no de gimnasio climatizado—fue la que le construyó la fuerza descomunal en los brazos y la resistencia inquebrantable en las piernas. Esa fortaleza de obrero dominicano se transformó en rectas de 95 millas por hora.
Cleveland lo firmó como agente libre amateur en 1993. No entró por «vía real» millonaria, ni como súper bono mediático. Entró por talento crudo, brazo pesado y esa vibra inconfundible de «yo puedo con todo» que tanto respetan los scouts veteranos. Ascendió metódicamente por las menores, tiró no-hitter histórico en Triple-A Buffalo en 1997, y debutó en Grandes Ligas ese mismo año con los Cleveland Indians. Ya en 1998-1999 demostró que era genuino: juegos completos dominantes, control quirúrgico, corazón de caballo incansable.
Desde ahí su pasaporte se llenó de sellos internacionales. Jugó para once equipos de MLB: Cleveland, Montreal, White Sox, Angels, Red Sox, Yankees, Oakland, Mets, Braves, Twins, Rangers. Ganó 21 juegos espectaculares con los Angels en 2005 y se llevó el Cy Young de la Liga Americana—aunque poco controversial ya que muchos pensaron que Johan Santana de los Minnesota Twins o Mariano Rivera de los New York Yankees merecían el prestigioso premio—, el primer dominicano en lograrlo desde Pedro Martínez. Se reinventó mil veces consecutivas: tras lesiones devastadoras en el hombro, muchos lo declararon acabado definitivamente. Pero resurgió con los Yankees en 2011, dominó con Oakland en modo cirujano del comando, y posteriormente se transformó en figura pop cultural con los Mets.
Y ojo fundamental: no fue exclusivamente Grandes Ligas. También lanzó en pelota invernal dominicana con las Águilas Cibaeñas, y más tarde se mantuvo activo en México con Acereros de Monclova, porque Bartolo simplemente no sabía retirarse. Él dejaba de lanzar cuando el brazo decía «hoy no», nunca cuando el calendario sugería que ya era demasiado viejo.
Estadísticas y Legado
Los números crudos hablan con autoridad: 247 victorias, 188 derrotas, 4.12 de efectividad, 3,461.2 entradas lanzadas, 2,535 ponches en 21 temporadas completas en Grandes Ligas. Su WAR alcanza 45.5, posicionándolo en territorio de abridores serios históricos, no de moda pasajera. Es, oficialmente, el pitcher nacido en Latinoamérica con más triunfos en la historia completa de MLB. Eso solo te estampa sello de inmortalidad caribeña indeleble.
Pero Bartolo no fue únicamente volumen acumulado. Fue excelencia sostenida. Cuatro Juegos de Estrellas, con equipos distintos y en décadas diferentes. Cy Young en 2005 con los Angels, liderando la Liga Americana en victorias totales. A los 43 años cumplidos, todavía abría 30+ juegos y entregaba 190 innings productivos para los Mets. A los 45, seguía activo en Grandes Ligas con Texas, el jugador activo más veterano de MLB y el último sobreviviente que había pasado por los extintos Expos de Montreal. Su durabilidad fue casi sobrenatural.
Colón cargaba otra dimensión fundamental: representación cultural. Rompió completamente el molde visual del as moderno. No tenía físico de portada fitness, pero subía al montículo y te pintaba la esquina a 89 millas como si manejara bisturí quirúrgico. Demostró definitivamente que talento, comando y valentía pueden ganarles a las burlas sobre el cuerpo. Para los dominicanos en Nueva York, especialmente en Queens, Bartolo se volvió símbolo viviente: un hombre de barrio auténtico, moreno orgulloso, con acento marcado, que se nacionalizó estadounidense en 2014 pero nunca dejó de sonar a Altamira pura.
Y su cuadrangular histórico con los Mets, a los 42 años y 349 días exactos, fue como ver a tu tío del softball dominical dándole un tablazo imposible en Grandes Ligas. El Citi Field completo se levantó. Los compañeros esperaron en home plate como si fuera Serie Mundial. Hasta los contrarios aplaudieron. Ese momento trasciende estadísticas.
Conclusión
Lo de Bartolo Colón rebasa cualquier box score tradicional. Es la historia de un chamaco que salió de recoger café con su padre en las lomas de Puerto Plata a dominar lineups de Grandes Ligas durante dos décadas completas, a fuerza de corazón, localización milimétrica y descaro caribeño. También es alegría pura: el Big Sexy caminando pausadamente después de su jonrón único, riéndose genuinamente, haciendo que hasta los rivales se pararan a aplaudir con respeto. Eso no lo enseña ninguna academia moderna. Eso nace exclusivamente en la República Dominicana.
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