Por Nelson Santana y Emmanuel Espinal
27 de octubre de 2025
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Este artículo forma parte de una serie especial de ESENDOM en la que revelamos, día a día, los nombres de los 20 mejores peloteros dominicanos de todos los tiempos según su WAR (Wins Above Replacement), la métrica que mide el valor total de un jugador para su equipo.
WAR (Victorias Sobre Reemplazo) mide numéricamente cuántas victorias adicionales aporta un pelotero específico comparado con un jugador promedio de Triple-A que subiría solo para cubrir la posición. Esta métrica domina el análisis moderno porque integra todas las facetas del juego —ofensiva, defensiva, velocidad en las bases, y pitcheo— en una cifra única, permitiéndote distinguir claramente entre jugadores que realmente impactan el resultado y aquellos que apenas ocupan espacio en el roster.
La lista incluye tanto a jugadores nacidos en la República Dominicana, como Pedro Martínez y Juan Marichal, así como a peloteros de ascendencia dominicana nacidos en Estados Unidos, como Alex Rodríguez y Moisés Alou. Con esta entrega buscamos no solo repasar estadísticas, sino también rendir homenaje a la influencia cultural y deportiva que estos atletas han dejado en la historia de las Grandes Ligas y en el orgullo dominicano.
Miguel Tejada: la guagua que nunca dejó de cargar carreras
Miguel Tejada no fue sólo un campocorto—fue una institución caribeña viviente. Un niño de Baní que salió del polvo dominicano y terminó con un MVP histórico, más de 2,400 hits inmortales y una fama de hierro jugando todos los días sin pedir agua. «La Guagua» cargó lineups enteros en Oakland y Baltimore, y todavía hoy, ya con 50 años cumplidos, sigue metido en pelota como dirigente en México. Eso no es casualidad fortuita. Eso es ADN dominicano puro.
Biografía
Miguel Odalis Tejada nació el 25 de mayo de 1974 en Baní, zona caliente de peloteros al sur de República Dominicana. Creció en pobreza extrema, donde el béisbol no era hobby recreativo: era salida definitiva. De chamaquito miraba a Cal Ripken Jr. en televisión borrosa y veía más que un shortstop—veía un modelo de resistencia inquebrantable, disciplina férrea y dignidad profesional. Ese molde se lo tatuó permanentemente. Años después, Ripken sería compañero de posición espiritual, y Miguel, su versión caribeña indiscutible.
Oakland lo firmó en 1993 como talento crudo, con poder inusual para un torpedero tradicional. Ascendió rápidamente en un sistema que necesitaba desesperadamente un rostro franquicia. Debutó en Grandes Ligas el 27 de agosto de 1997 con los Athletics, con apenas 23 años recién cumplidos. No llegó como estrella inmediata—bateó .202 en 26 juegos inaugurales—pero desde adentro se notaba otra dimensión: hambre voraz, fuerza explosiva del swing, y cero miedo absoluto.
Para 1998 ya era el shortstop titular indiscutible. Para 2000, era corazón palpitante del núcleo joven que incluyó a Jason Giambi, Eric Chavez y Tim Hudson. Oakland conquistó la División Oeste de la Liga Americana en 2000 y volvió a octubre en 2001 y 2002. Tejada fue eje ofensivo fundamental: jonrón oportuno, doble clutch, línea dura al left, lo que el momento exigiera. Su coronación llegó en 2002: promedio de .308, 34 cuadrangulares demoledores, batazos cruciales en la histórica racha de 20 victorias consecutivas de los A's, y su premio mayor definitivo: Jugador Más Valioso de la Liga Americana. Fue quien asumió el rol de Giambi sin excusas ni titubeos.
Después vino el contrato transformador. En 2004 firmó seis años y $72 millones con Baltimore, heredando simbólicamente la posición sagrada de su ídolo Ripken. En Baltimore no sólo produjo—lideró con autoridad. En 2004 empujó 150 carreras monumentales, cifra máxima en todas las Grandes Ligas ese año, ganando su primer Silver Slugger. En 2005 fue MVP del Juego de Estrellas y seguía jugando diariamente, sin apagarse nunca.
Su carrera incluyó más paradas: Houston, San Diego, San Francisco, Kansas City. Cerró su paso MLB en 2013 tras 16 temporadas completas. Y ojo fundamental: Tejada nunca se alejó del diamante. No es leyenda retirada en villa con piscina. Siguió activo en el Caribe invernal, en México competitivo, en dugouts exigentes. Hoy dirige los Bravos de León en la Liga Mexicana, todavía en modo pelotero de sangre caliente, no de museo polvoriento.
Estadísticas y Legado
Los números oficiales de Miguel Tejada hablan con autoridad: promedio vitalicio de .285, 2,407 hits acumulados, 307 jonrones contundentes, 1,302 carreras empujadas y OPS de .791 en 2,171 juegos disputados. Eso es élite indiscutible para un campocorto ofensivo. Y cuando aplicas el marco histórico dominicano, asciende más: su WAR acumulado alcanza 47.0 victorias sobre reemplazo, posicionándolo en el club exclusivo de por vida entre peloteros dominicanos. Ese grupo es selecto: tipos que no sólo llegaron, sino que marcaron época definitivamente.
Tejada fue seis veces All-Star (2002, 2004-2006, 2008-2009). Ganó dos Silver Sluggers consecutivos (2004, 2005). Lideró toda MLB en impulsadas en 2004. Fue MVP de la Liga Americana en 2002. Fue MVP del Juego de Estrellas 2005. Ganó el Home Run Derby 2004 despachando 27 vuelacercas explosivos, rompiendo marcas contemporáneas. Y en 2024 fue exaltado al Salón de la Fama de los Oakland Athletics, reconocimiento directo de la franquicia que lo vio convertirse en «La Guagua»: el hombre que siempre trae gente para home.
Pero hay otra estadística que define su personalidad más que cualquier slash line: 1,152 juegos consecutivos jugados. Desde Oakland hasta Baltimore. Más de siete años sin sentarse voluntariamente. Quinta racha más larga en la historia completa de Grandes Ligas, sólo detrás de monstruos como Cal Ripken Jr. y Lou Gehrig. Eso lo elevó de «slugger latino» a figura de resistencia legendaria. En Dominicana, eso pesa enormemente. En los barrios, eso se narra como mito viviente: «ese tipo jamás se dobla».
También fue figura complicada inevitablemente. En 2009, Tejada se declaró culpable de mentirle al Congreso durante investigaciones sobre sustancias prohibidas, y en 2013 recibió suspensión de 105 juegos por uso de anfetaminas, una de las sanciones más severas por dopaje entonces. Es parte innegable de su archivo, y él no lo esconde. Su nombre en la boleta de Cooperstown cayó rápidamente—menos de 1% en su primer año de elegibilidad—reflejando tanto la política del voto hacia la Era de los Esteroides como el peso de esas marcas en su currículum permanente.
Aun así, culturalmente, Tejada permanece gigante. Para el dominicano en la diáspora, especialmente en mercados como Baltimore y Oakland, él representó orgullo directo tangible: un shortstop latino, moreno orgulloso, poderoso físicamente, líder vocal del dugout. Para la isla, fue prueba viviente de que Baní no sólo exporta peloteros—exporta capitanes naturales.
Conclusión
Miguel Tejada es herencia viva del pelotero dominicano que jamás pide permiso. Fue «La Guagua» porque siempre traía a todo el mundo consigo: compañeros, fanáticos, orgullo nacional completo. Sí, su carrera tuvo sombras innegables. Pero también dejó más de 2,400 hits inmortales, un MVP histórico y una racha de hierro que pocos repetirán. Hoy, como dirigente en México, sigue montado en el mismo autobús imparable. Y honestamente, nunca pareció tener intención de bajarse.
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