Por Nelson Santana y Emmanuel Espinal
7 de noviembre de 2025
Read in English: Henry Hierro, Architect of New York Merengue
La música dominicana amaneció de luto este pasado lunes. Henry Rafael Hierro Fernández —músico, arreglista, productor, pianista y director— falleció el lunes 3 de noviembre de 2025, a las 7:35 a.m., en San Francisco de Macorís, tras una batalla contra el cáncer. Tenía 70 años. Su familia confirmó la noticia en un comunicado que desbordó las redes de abrazos y gratitud para un maestro cuyo nombre se volvió sinónimo de la excelencia y del merengue con sello neoyorquino.
Un sonido llamado Nueva York
Si el merengue tiene una esquina con nombre propio en la historia de la ciudad, esa esquina dice La Gran Manzana. Junto a Víctor Roque, Henry Hierro fundó en 1982 una orquesta que sacudió el mapa: metales briosos, piano con filo, bajo caminante, percusiones al hombro, y un repertorio que se volvió himno en clubes, bodegas y verbenas. De ahí salieron «Tus besos», «Rosa blanca», «Mentirosa», «Cuando llegará», «La carta final», «La maquinita», «El amor», «Mole Mole», «Por tu querer», «Comparona» y «Vamos a beber».
No fue magia: fue trabajo. En entrevistas durante el 40 aniversario de la banda, se recordó aquella primera etapa sin internet ni celulares, cuando los músicos cargaban cajas de LPs por toda la ciudad para que el merengue sonara donde fuera posible. El primer disco llegó en 1983 Henry, Víctor y La Gran Manzana; el segundo, en 1984, catapultó éxitos como «Mentirosa», «Mole Mole» y «Rosa Blanca»; y en 1985 apareció El poder de New York, con «No me sigas más», «I Just Called» y «Por tu querer». Era el merengue de los barrios latinos convertido en vitrina de Times Square.
Aquella propuesta fue, además, escuela de fusión: La Gran Manzana adaptó colores de cumbia y ritmos haitianos a la cadencia dominicana sin perder esencia, ampliando el espectro bailable de la época y la proyección del género en los escenarios neoyorquinos.
Biografía breve de un forjador
Nacido en San Francisco de Macorís, Henry Hierro fue un músico integral: pianista de manos firmes, bajista cuando el arreglo lo pedía, cantante cuando la emoción lo exigía, y productor con oído quirúrgico. Su prestigio creció primero sobre el escenario —como alma musical de La Gran Manzana— y luego en el estudio, donde dominó la partitura y el botón de «grabar» con la misma elegancia. Su trayectoria se convirtió en uno de los pilares del merengue moderno de los años ochenta y noventa, especialmente en la comunidad dominicana radicada en Nueva York. El título del álbum El poder de New York de Oro Sólido fue inspirado por La Gran Manzana.
El artesano detrás de muchos éxitos
Además de dirigir La Gran Manzana y su propio Grupo Hierro, Henry puso su sello como arreglista y productor para figuras y orquestas de primer nivel: Rubby Pérez, Los Toros Band, Héctor Acosta «El Torito», Los Hermanos Rosario, Jaqueline Estévez, Raffy Matías, Benny Sadel y más. Su firma —claridad melódica, coros con ganchos memorables, metales con carácter— hizo que decenas de temas viajaran lejos y permanecieran. Quienes trabajaron con él resaltan no solo su virtuosismo, sino su humildad y su vocación de mentor para nuevas generaciones.
Legado y memoria colectiva
La banda que cofundó con Roque se convirtió en referencia continental; su 40 aniversario se celebró con una gira que arrancó en Nueva York, recordando cómo ese merengue —declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2016— se popularizó en la ciudad entre la comunidad dominicana y luego saltó a otros públicos. Lo que Hierro ayudó a construir fue más que un catálogo de éxitos: fue un puente cultural que todavía suena en fiestas, emisoras y playlists de varias generaciones.
Despedida al maestro
Las honras fúnebres iniciaron en la Funeraria Fuente de Luz de San Francisco de Macorís. El martes se realizó la misa de cuerpo presente en la Iglesia Sagrada Familia (Villa Olímpica) y, posteriormente, el sepelio en el Cementerio Las Mercedes (Cementerio Viejo). Aplausos, merengues y lágrimas acompañaron el adiós.
Coda ESENDOM
En cada introducción de piano, en cada «mambo» que aprieta el pecho, en cada coro que nos devuelve al club de esquina, está Henry Hierro. No hay silencio capaz de borrar su compás. Hoy decimos adiós al músico y abrazamos el legado: el merengue de Nueva York que ayudó a inventar sigue vivo, girando en tornamesas, plataformas y corazones. Que la tierra le sea leve, maestro. Su música —y la gratitud de un pueblo— no se apagan.
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