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Haití: la lucha constante entre las contradicciones de su pasado y presente

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Portada del semanario Haïti Liberté

Portada del semanario Haïti Liberté

Por Virgilio Oscar Aran
10 de julio de 2021

Uno de los problemas más grande que existe en tratar de entender la situación de Haití es los extremos en posturas que se dan especialmente en Estados Unidos desde la mistificación de Haití hasta la denigración de ese pueblo por parte de fuerzas de la derecha. Ambos extremos dibujan un panorama completamente divorciado de la realidad que padecen miles de haitianos y haitianas a diario. Vamos a comenzar con el asesinato del presidente Jovenel Moïse, quien desde más de dos años había perdido su legitimidad por todos los sectores de la sociedad haitiana. Primero perdió la legitimidad de la clase trabajadora debido a los actos de corrupción que salpicaron su gobierno y su negativa a llamar a elecciones. Las protestas eran constantes y la inseguridad se adueñaba de las calles de Haití especialmente de la capital, Puerto Príncipe. Pero el hoy asesinado presidente no sólo perdió el apoyo de la clase trabajadora sino también de un segmento importante de la élite política y económica local. Ante esa realidad, las grandes potencias, especialmente Estados Unidos le recomendaron salir de poder lo más pronto posible. En agosto del 2020, durante la visita del ex canciller de relaciones exteriores de EE.UU. Mike Pompeo a la República Dominicana expresó la necesidad de nuevas elecciones en Haití. Era claro de que el presidente Moïse ya estaba solo y era cuestión de cuando y como se iría del poder. El hoy extinto presidente haitiano era un ejemplo de la incapacidad de la élite política y económica haitiana de proporcionar soluciones reales a la población haitiana y el rol de poderes imperialistas en el destino de este país.

Haití nace como estado bañado de sudor y sangre, convirtiéndose en la esperanza de millones de personas negras que estaban esclavizadas en el continente americano. Nace del sudor porque la importación de las personas negras como esclavas a la parte oeste de la isla era para servir como mano de obra gratis a la colonia francesa. El promedio de vida de un esclavo negro era menos de 10 años, debido al nivel de explotación en la Colonia Saint-Domingue. Para Francia, su colonia era la perla del imperio francés, para los esclavos era el mismo infierno en la tierra. Es por eso que la Revolución Haitiana buscó eliminar, erradicar desde la tierra ese sistema y todo lo que dicho sistema representaba incluyendo los dueños de las grandes plantaciones. Haití desde su independencia se convierte en ese punto de referencia de libertad para cualquier esclavo negro, y para los esclavistas y sus potencias Haití se convierte en un ejemplo que se debe eliminar. El primero en tratar de eliminar ese ejemplo es Francia, imperio que en varias ocasiones trató de recuperar su antigua colonia. Al no poder recuperar su antigua colonia, el social club de los imperios le impuso una indemnización de un monto económico al pueblo haitiano para reconocerle como estado independiente. En pocas palabras, los explotadores tenían que ser indemnizado por explotar a los esclavos por esos mismos esclavos. Es aquí donde ese punto crítico en la historia del estado haitiano a nivel local e internacional. Mientras eso ocurre en el ámbito internacional, el estado haitiano se desarrolla dentro de sus propias contradicciones históricas.

Haití desde su independencia se convierte en ese punto de referencia de libertad para cualquier esclavo negro, y para los esclavistas y sus potencias Haití se convierte en un ejemplo que se debe eliminar.

La élite colonial realmente no había sido destruida y su legado seguiría a través de la élite mulata localizada en Puerto Príncipe. Al mismo tiempo Haití no nace como una democracia sino como una monarquía liderada por Jean-Jacques Dessalines quien luego es asesinado por sus colaboradores quienes forman dos gobiernos en el sur y en el norte uno siendo una República y otro reino de Haití. Ya para la mitad del siglo diecinueve Faustin-Élie Soulouque se proclama emperador de Haití. Estas contradicciones políticas seguirían marcando la situación política de Haití. Para finales y principio del siglo veinte, ya Estados Unidos sería la potencia dominante en la isla que comparten República Dominicana y Haití. Este país perdería su soberanía en 1915 como resultado de la invasión de Estados Unidos. Esta invasión abrió las puertas a la dictadura de los Duvaliers hasta mediado de los años ochenta. Con la salida de los Duvaliers, y su aparato represivo el estado sería repartido entre diferentes facciones de la élite política. Un rayo de esperanza democrática se ve nacer en el 1990 cuando fue elegido presidente de la Repúblia  Arístide, pero esa esperanza duraría poco. Para el 1991, Arístides sufriría un golpe de estado de un comandante que el mismo presidente había promovido meses atrás, Joseph Raoul Cédras. Recuerdo ese momento como jovencito escuchando a mi papá decir que la historia de Chile se repetía 19 años más tardes. Mi papá tenía razón, Cédras había sido entrenado por las fuerzas estadunidenses, había sido promovido por el presidente que luego derrocaría como le sucedió al presidente Allende, y el golpe de estado ocurriría en el mes de septiembre. En el 1994, tropas de EE.UU. movilizan sus tropas para invadir Haití con el propósito de restablecer la democracia. Aristide es devuelto al poder para terminar su mandato. El segundo mandato de Aristide comienza en el siglo 21, y termina con otro golpe de estado. Con este golpe de estado fraguado con el apoyo de la élite local e internacional, Haití entra en un caos que termina con la invasión de tropas extranjeras bajo el mando de la Organización de Estados Americanos. La excusa, era fortalecer la democracia.

Durante la ocupación de estas tropas, el estado haitiano se ha visto reducido al mínimo, la corrupción estatal se ha iIncrementado, y el rol de las organizaciones sin fines de lucro se ha expandido al máximo al punto que Haití se ha vuelto un experimento para dichas organizaciones internacional que se lucran con el sufrimiento del pueblo. La clase trabajadora ha visto su nivel de vida empeorar. En el año 2018, el diario Le Nouvelliste publicó una encuesta donde más del 70 por ciento de la población de Haití quería salir del país. La élite política y económica ha visto como solución a su ineficiencia la expulsión de su población. Pero esa élite todavía sigue lucrándose de la explotación de la población local. Esa élite que ha ejecutado las políticas neoliberales e imperialistas todavía sigue lucrándose y enriqueciéndose del sufrimiento. La situación no creo que vaya a mejorar para nada, todo lo contrario. Vamos a ver una ola de represión por parte del estado, algo que hemos visto en el pasado. En estos momentos el estado haitiano es un estado fallido no por su clase trabajadora sino por su clase política y económica que han servido gustosamente como herramienta del imperialismo para subyugar y explotar a la población.

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