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Afganistán e Iraq: el poder de las empresas militares y la transición de dos paradigmas en la política estadounidense (1 de 2)

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“Uncle Sam”. Source: New York Public Library Digital Collection.

“Uncle Sam”. Source: New York Public Library Digital Collection.

Por Virgilio Aran
23 de agosto de 2021

Sabemos que las imágenes provenientes desde Afganistán son fuertes, y desde la izquierda podemos decir que Estados Unidos perdió la guerra. Pero más allá de las imágenes es importante hacer un análisis mucho más profundo de lo que está sucediendo. Primeramente, las guerras de Afganistán e Iraq fueron guerras promovida por el complejo industrial del armamento para enriquecerse en un momento donde los Estados Unidos controlaban sin ningún problema el sistema internacional. Algo se tenía que inventar para justificar el mantenimiento de una burocracia militar inmensa a nivel mundial y con un presupuesto infinito. Parte de esa burocracia incluía la Organización del Atlántico Norte (OTAN) que fue creada como defensa colectiva contra la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. Con la disolución de la Unión Soviética, y la desaparición del «Peligro Rojo» o comunismo, el mantenimiento de esos grandes presupuestos no tenían sentido alguno. Estados Unidos estaba en el ápice del poder mundial, pero en ese punto de poder preguntas empezaron a emerger especialmente sobre cual era la misión de esas estructuras militares que se habían construido durante la Guerra Fría. Por varios años se buscaron formas de responder a esas preguntas, pero sin algo concreto. Uno de esos momentos fue cuando la OTAN se involucró en la guerra civil de la ex república de Yugoslavia y en el 1998 empezó un bombardeo contra la República Serbia. La campaña de bombardeo aéreo contra la República Serbia fue técnicamente rápida y resultó en un triunfo militar sobre dicho país que tenia menos de una década de existencia como estado.

Si es cierto que el triunfo militar de esa campaña aérea  incrementaba las testosteronas de los cuarteles de la OTAN en Bruselas, Bélgica también era cierto de que esa campaña militar no resolvía la pregunta critica: ¿Cual era el objetivo de la OTAN en un mundo sin la Unión Soviética? Esa respuesta sería contestada tres años más tarde, después de los ataques del 11 de septiembre. La Guerra contra el terrorismo y las guerras en Afganistán e Iraq serían las herramientas usadas por la maquinaria del complejo militar industrial para justificar presupuestos altos ante un enemigo vagamente definido.

El impresionante ataque del 11 de septiembre del 2001 cambió el contexto mundial en cuanto a relaciones exteriores. Un nuevo orden mundial empezó a elaborarse desde la capital estadounidense, Washington. Parte de ese orden mundial tenía que buscar una nueva razón a la existencia de ese presupuesto exorbitante de la estructura militar estadounidense. Ese nuevo orden mundial estaría centrado en la lucha contra el terrorismo. El enemigo ya no era un estado, pero entidades pequeñas, ágiles en su movilización y abstracta como la misma idea del aire que respiramos. Eso sí, las imágenes repetitivas de aquel ataque tan espectacular como una película de acción llevaron a la población a no cuestionar las políticas que salían de Washington.

En nuestra sed de venganza, apoyamos con un cheque en blanco a la administración de Bush en su campaña bélica en otros países. La primera pieza en sentir ese poder militar de la primera potencia fue Afganistán.  De ser país cuyo nombre era desconocido para la mayoría de los estadounidenses, pasó ser parte de nuestro léxico cotidiano. El patriotismo arropó al pueblo estadounidense, y los caminos conducían a dicho país. La misión desde el comienzo era vaga de por si, sin objetivos militares claros a corto y largo plazo. Pero lo que sí era claro es que un conflicto bélico conlleva a un incremento en la partida militar. Las empresas militares estaban de fiesta porque habían encontrado la mejor excusa para seguir lucrándose sin parar y ante el temor del pueblo que otro ataque pudiese ocurrir. Para asegurarse el apoyo completo de la población en cuanto a sus políticas, la élite estadounidense recurrió a dos importantes instrumentos: el nacionalismo disfrazado de patriotismo y el miedo.  El primero ayudaría a eliminar cualquier tipo de debate sobre las políticas del gobierno incluyendo el valor estratégico de la involucración de Estados Unidos en un conflicto bélico sin objetivos claros o con un enemigo vagamente identificado. El segundo, el miedo, ayudaría a aceptar las políticas del gobierno ante el supuesto «peligro de un nuevo ataque».

Para asegurarse el apoyo completo de la población en cuanto a sus políticas, la élite estadounidense recurrió a dos importantes instrumentos: el nacionalismo disfrazado de patriotismo y el miedo.

Para esto el gobierno utilizó los medios de comunicaciones que estaban en manos de la élite para asegurar que la población se mantuviera atemorizada. Para el 2002, el gobierno estadounidense nos presentó el Sistema de Seguridad Nacional con varios colores que nos indicaría la amenaza de terrorismo. Esto era frecuente verlo en todos los canales de televisión desde la de Fox hasta CNN. Nadie entendía de donde venía la información o porque cambiaba de amarillo a rojo o verde, pero todo los aceptábamos como algo completamente real. Era como ver al meteorólogo dando la noticia de una tormenta tropical, con la única diferencia que nadie sabía por donde venía o cuando terminaría. Claro ese era el objetivo mantener a población asustada para justificar una guerra sin fin. Pero mientras la campaña de Afganistán iba, y el objetivo de atrapar «vivo o muerto»frase del expresidente George Bush hijo seguía, las empresas del complejo militar querían más y más plata. Para lograr ese objetivo la élite embarcaría al país en otro conflicto. ¿Por qué no? Ahora Estados Unidos era el Überpower of Superpotencia como Josef Joffe describió a Estados Unidos en su libro Überpower: La Tentación Imperial de América. En la cima del poder en el orden del tablero mundial, abrirse dos frentes era algo que Estados Unidos podía realizar sólo para citar una de las frases del hoy desaparecido jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld. Iraq sería la otra guerra.

Ya para finales del 2002, el gobierno de los Estados Unidos estaba enfilando sus baterías para justificar su guerra en Iraq. Iraq había estado en el radar de los últimos dos presidentes, George Bush padre y Bill Clinton. George Bush padre entendió por consejos militar que la guerra del golfo pérsico del 1991 tenía que terminar sin la invasión a Iraq porque eso conllevaría a las tropas de Estados Unidos a involucrarse en una guerra civil. Ese objetivo militar se logró y para mantener a Sadam Hussein contenido crearon zonas de no vuelos para las tropas iraquíes más un embargo criminal con efectos devastadores sobre la población.

Por 12 años la administración Republicana de George Bush padre y las dos administraciones demócratas de Bill Clinton mantuvieron el estatus-quo. Pero para el 2003, la administración de Bush hijo entendía que Estados Unidos estaba en su poder absoluto, y que el nuevo objetivo sería remover a Sadam Hussein incluso cuando esto implicara involucrarse en un conflicto civil. Para lograr esto se tenía que crear una novela como esas de la cadena de Televisa que ni el escritor o escritora se la creen. Primero se tenía que decir que Sadam Hussein estaba detrás de los ataques del 11 de septiembre. Segundo, que existía una alianza estratégica entre el terrorista Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda, y el gobierno de Saddam Hussein. Tercero, que Iraq tenía armas de destrucción masiva y que esas armas podían caer en manos de los terroristas. Con esas tres excusas que luego se comprobó que eran mentiras se selló la invasión de Iraq.

El conflicto con Iraq empezaría en el año 2003, y con Iraq Estados Unidos estaría en dos conflictos militares externos más una guerra interna que empezó en el 2001 con la militarización de la sociedad estadounidense. Entonces, ¿por qué Iraq y Afganistán? Es claro que ningunos de esos países para el 2001 representaban un peligro para Estados Unidos o que incluso en esa expansión de poder hegemónico fueran piezas criticas de su tablero de orden mundial. En el caso Afganistán sí es cierto que es rico en gas y posiblemente en minerales raros críticos para la producción de ciertos productos, pero no era un país que fuese a consolidar ese poder hegemónico que ya Estados Unidos poseía. Para esa fecha Estados Unidos controlaba con sus bases alrededor del mundo el sistema del orden internacional. Algunos grupos sugieren que la invasión en Afganistán fue para contener a Rusia. El problema de este argumento es que el proceso de contención contra Rusia por parte de Estados Unidos y sus aliados venía y continúa siendo desde el Oeste con la expansión de la OTAN. En el caso de Iraq se habló mucho de las riquezas de petróleo que dicho país tenía y tiene como causa de la invasión.

Para el 2001, Estados Unidos controlaba completamente el medio oriente con la excepción de Irán. Esto incluye el mismo Iraq que lo había fragmentado, incluyendo las dos «zonas de no vuelo», más un embargo de más de 12 años. El debilitamiento del régimen de Saddam Hussein empezó en los años 80 con la guerra en contra de Irán, y luego en la guerra contra la coalición dirigida por Estados Unidos en el año 1991. Esto era algo que entendían los servicios de inteligencia de estados unidos como el régimen de Hussein. En el articulo del periódico The Guardian, «Las ofertas desesperadas de Saddam Hussein para evitar la guerra» por Julian Borger, Brian Whitaker y Vikram Dodd detalla «los avances que realizó el gobierno de Saddam para evitar la guerra incluyendo realizar elecciones, dejar una fuerza internacional de tropas en Iraq para buscar armas de destrucción masiva». Todo esto fue rechazado por la administración de Bush hijo. El objetivo era entrar en otro conflicto bélico.

La ausencia de armas de destrucción masiva llevaría a cuestionar las causas reales de dicho conflicto. La razón de estos dos conflictos está entre la combinación del poder del complejo industrial militar para seguir cotizando grandes contratos militares a través de conflictos innecesarios. Estos dos conflictos justificaron no sólo mantener el gasto militar de la Guerra Fría sino expandirlo a puntos que no habíamos vistos en muchos años. Igualmente, con esa justificación se le buscaba una nueva misión aquellas estructuras militares que habían nacido del conflicto bipolar de la Guerra Fría, y que se suponía que debían de terminar cuando dicho conflicto acabo. Con esto Iraq y Afganistán se convertirían en guerra de redefinición y de símbolo del aparato complejo militar. Pero las dinámicas del tablero mundial volverían a redefinir las relaciones entre estados.  Esa realidad llegó en la administración de Obama y su giro hacia Asia.

El conflicto con Iraq empezaría en el año 2003, y con Iraq Estados Unidos estaría en dos conflictos militares externos más una guerra interna que empezó en el 2001 con la militarización de la sociedad estadounidense.

Para la segunda década del siglo 21, la sociedad estadounidense había entrado en un cansancio de la guerra contra el terrorismo y la élite estadounidense empezaba a ver con recelo el crecimiento de China como un desafío a la supremacía de Estados Unidos. El fracaso militar en el área de construcción de nación o como se conoce en inglés building nation estaba teniendo un impacto negativo en la opinión pública estadounidense. Eso se reflejó en las elecciones congresuales del 2006 y las elecciones presidenciales del 2008 donde los Republicanos perdieron el control del congreso y la presidencia. Era claro que uno de los factores de esas derrotas fueron los conflictos en Iraq y Afganistán.

Ya para el 2011, la administración de Obama diseñaba las prioridades de política exterior que dominaría a Estados Unidos por las próximas décadas: China, y Asia. En el articulo, «El Giro americano hacia Asia» por Kenneth G Lieberthal señala «como a principio de la segunda década del siglo 21, la administración de Obama empieza a definir a China como su principal competidor». Cansancio de la población estadounidense de dos conflictos, y cambios de las prioridades en política exterior de Estados Unidos conllevaría a la conclusión a cualquier costo de las guerras innecesarias que Estados Unidos abrió al principio del siglo 21. El primer país en ver reducido el número de tropas sería Iraq. Para el 2014, se comienza el retiro de tropas de Iraq. El retiro de tropas de dicho país sacaría a la luz en que se había convertido Iraq a causa de dicho conflicto. Iraq como estado ya no existía. El gobierno central, un gobierno corrupto dependía completamente de las fuerzas de invasión de Estados Unidos.

El conflicto iniciado por Estados Unidos había dejado no sólo cicatrices en el estado, sino también en la sociedad. Diferentes grupos insurgentes y terroristas se habían formado en los años desde que empezó la invasión. Con la mayoría de las tropas fuera de Iraq, y un gobierno central débil, se consolidó El Estado Islámico, también conocido como ISIS o Daesh. Al estado Islámico no le tomó mucho tiempo en conquistar grandes porciones de territorios tanto en Iraq como en Siria, aquel país azotado por una guerra civil. El estado islámico sería vencido varios años después por Rusia, Estados Unidos, Irán, y la milicia Hezbolá, y los kurdos. Pero incluso con ese problema la administración de Obama, y luego la administración de Trump y ahora la de Biden tenían claro que ya Iraq y Afganistán no eran las prioridades de Estados Unidos.

En el 2020, la administración de Trump firmó un tratado de retirada de Afganistán con los Talibanes, fuerza contra la cual Estados Unidos había luchado por 20 años, y la segunda razón principal por la que se invadió dicho país dada la alianza que los talibanes tenían con Bin Laden y Al-Qaeda. La lógica de la administración de Trump era la misma que la de Obama, aunque en estilo diferente el objetivo seguía siendo el mismo: China y Asia. La llegada de Biden no cambió los objetivos de la política exterior, y en agosto del 2021, Estados Unidos empezó su retirada. Como ocurrió en Iraq, inmediatamente Estados Unidos retira sus fuerzas, el gobierno central, corrupto apoyado por Estados Unidos cae, y los Talibanes toman completamente Afganistán. Las imágenes de caos que podemos ver en las pantallas de nuestros televisores narrada por aquel mismo medio de comunicación que hace 20 años nos empujaron como corderos al precipicio de dos guerras distorsionan la verdad, y no hacen las pregunta claves: ¿después de 20 años de guerra quien se benefició y quienes pagaran los platos rotos?

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