Foto: Christie’s
Por ESENDOM
20 de noviembre de 2025
La artista dominicana Firelei Báez alcanzó esta semana un hito histórico al venderse una de sus obras por más de un millón de dólares en subasta internacional. La pieza Untitled (Colonization in America, Visual History Wall Map, Prepared by Civic Education Service) (2021) fue adjudicada en las ventas de noviembre en Nueva York por alrededor de $1.1 millones, pulverizando el estimado inicial de $150,000–200,000 y estableciendo su nuevo récord. Minutos después, otra pieza de la velada —Pueblo H (2011) de Olga de Amaral— también rompió récord en esa misma subasta, confirmando que fue una noche de marcas históricas en Christie’s.
La obra de Báez se vendió por más de US$1.1 millones, más de cinco veces por encima del estimado previo, fijando récord para la artista.
El resultado marca la primera vez que un creador nacido en República Dominicana supera el millón de dólares en una casa de subastas de primer nivel, según el reporte de mercado citado.
La pieza pertenece a su serie de mapas coloniales intervenidos, donde reimagina archivos históricos del Caribe desde una visión de resistencia e identidad.
El récord ocurrió en una semana sólida para el arte contemporáneo en Nueva York, con ventas competitivas y estimados conservadores que empujaron precios al alza.
La obra es una explosión de color, plumas y cartografías históricas alteradas. Báez toma mapas antiguos —documentos diseñados para ordenar el mundo desde la mirada imperial— y los cubre con capas de pintura que evocan cabello, tejidos, flora caribeña y símbolos rituales. En su lenguaje visual, la historia no es archivo muerto sino terreno vivo donde se disputa quién cuenta, quién pertenece y quién queda fuera.
Más allá del logro individual, la venta coloca a República Dominicana en un circuito que pocas veces mira hacia el Caribe hispano. En un momento en que el país exporta música, deporte y cultura popular con fuerza, este récord abre otra puerta: el arte contemporáneo dominicano como conversación global. Y no es casual que ocurra en Nueva York, donde la dominicanidad construyó una segunda casa. Aunque la comunidad se mueve a otros estados, figuras como Báez demuestran que la creatividad dominicana sigue ganando escala en los grandes centros culturales.
El salto desde un estimado modesto hasta siete dígitos confirma lo que curadores y críticos observan: hay demanda creciente por narrativas afrocaribeñas, por obras que cuestionan el colonialismo y por artistas capaces de convertir memoria histórica en imagen contemporánea. Báez, con su mezcla de archivo, cuerpo y exuberancia caribeña, está en el centro de ese movimiento.
Quién es Firelei Báez
Nacida en Santiago de los Caballeros en 1981, hija de madre dominicana y padre de ascendencia haitiana, Báez creció en Dajabón, ciudad fronteriza donde conviven las tensiones históricas de la Hispaniola dividida. Esa infancia entre dos países marcó su sensibilidad artística hacia la identidad, el desplazamiento y las narrativas borradas.
A los ocho años emigró con su familia a Miami. En 2001 se mudó a Nueva York, donde obtuvo su BFA en Cooper Union (2004) y su MFA en Hunter College (2010). También estudió en la prestigiosa Skowhegan School of Painting and Sculpture.
Su obra —que abarca pintura, dibujo, escultura e instalación— explora las historias silenciadas del Caribe afrodescendiente. Báez interviene mapas coloniales, documentos históricos y archivos con una estética vibrante que mezcla folklore dominicano (como las ciguapas), iconografía del movimiento Black Panther, taxonomías del siglo XVIII y ciencia ficción. Sus figuras femeninas poderosas miran directamente al espectador, afirmando agencias e identidades en constante transformación.
Ha recibido numerosos premios, incluyendo el Joan Mitchell Foundation Award (2010), el Catherine Doctorow Prize (2015), el Artes Mundi Prize (2021) y el Cooper Union President's Citation (2022).
Sus exposiciones individuales incluyen presentaciones en el Pérez Art Museum Miami (2015), el Studio Museum in Harlem y Schomburg Center (2018), MoMA (2018-2019), ICA Watershed Boston (2021), Louisiana Museum of Modern Art (2023) y su primer gran estudio estadounidense en el ICA Boston (2024). Participó en la Bienal de Venecia en 2017 y 2022 (donde formó parte de "The Milk of Dreams"), y en la Bienal de Berlín (2018).
Ha realizado comisiones públicas para el High Line y el sistema de metro de Nueva York. Su trabajo forma parte de colecciones permanentes del Guggenheim, San Francisco Museum of Modern Art, Crystal Bridges Museum y Pérez Art Museum Miami, entre otros.
Desde 2023 está representada globalmente por Hauser & Wirth, una de las galerías más importantes del mundo.
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