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Cultura y conciencia

En la Navidad dominicana, la música no ambienta: manda

Cultura, Bachata, Merengue, Merengue típico, Música, Notas rítmicasNelson SantanaComment

Por Nelson Santana
24 de diciembre de 2025

La Navidad dominicana no llega con calendario. Llega con un sonido: una güira que se cuela por la ventana, una tambora que te golpea el pecho y esa primera canción que alguien pone «solo para probar el equipo» y termina siendo concierto de ocho horas en la marquesina.

En ESENDOM lo dijimos claro: esto no es un ranking, es un mapa emocional. Porque aquí la música navideña no se escucha; se hereda. Puedes cambiar de casa, de trabajo, de país... pero si te ponen un «Medley Navideño» del Conjunto Quisqueya, tu cuerpo reacciona como si tuviera memoria muscular dominicana: un pasito, una palmita, una sonrisa. Y de repente estás celebrando, aunque sea con un vaso de refresco, porque «este año ando tranquilo».

La comunidad en el exterior: donde «Navidad sin mi madre» y “Dominicano ausente” no son canciones, son espejo

Si estás en el exterior —Estados Unidos, España, donde sea—, diciembre se pone más serio. Hay dominicanos que no están contando días: están contando ausencias. El boleto está caro, el trabajo aprieta, la vida no da tregua. Miras el teléfono como quien mira el mar: con esperanza y con impotencia.

En esos casos, «Navidad sin mi madre» de El General Larguito no es una canción; es un espejo. Y «Dominicano ausente» te da en el centro porque dice lo que tú no quieres decir en voz alta: que hay una silla que se queda simbólicamente vacía, aunque haya gente conectada por videollamada comiendo a destiempo.

Pero la Navidad dominicana no se queda llorando. Aquí se llora, sí, pero con merengue. Sueltas una lágrima con «Navidad, Navidad» de Raulín y en el mismo minuto estás riéndote con Jossie Esteban porque «Llegó Navidad» viene con esa jocosidad que cura. Y si aparece Johnny Ventura con «Salsa pa' tu lechón», ya no hay terapia que supere eso: la cocina se convierte en discoteca y el patio en república independiente.

El lechón: institución nacional, no plato

Hablemos del lechón, porque si hay un requisito constitucional en estas fechas es ese: no puede faltar el lechón. Si falta, el dominicano entra en pánico como si se hubiera ido la luz a mitad del teleférico. El lechón no es un plato: es el centro de gravedad. Alrededor de él giran los chistes, las fotos, el «pruébalo» y la discusión científica anual de quién lo hizo mejor: si el compadre del campo, el vecino «que sabe», o el primo que vio un tutorial y ahora se cree chef Michelin.

El Conjunto Quisqueya: la voz oficial de diciembre

Y mientras todo eso pasa, suena el Conjunto Quisqueya como si fuera decreto presidencial. Nadie los invita, pero ellos llegan. Nadie los llama, pero aparecen. Es como si en el acta de nacimiento dominicana viniera una cláusula: «En diciembre, el Conjunto Quisqueya está incluido». Y tú, con el plato en la mano, terminas cantando un medley completo aunque solo te sepas el coro.

El verdadero Top 10 ocurre en vivo

El verdadero «Top 10» de canciones navideñas no es de Spotify: ocurre en vivo. El tío que sube el volumen sin pedir permiso. La tía que controla la cocina como general de división. El primo DJ que cree que su bocina es patrimonio cultural y exige respeto. Entre «Volvió Juanita» de Mily, Jocelyn, y los Vecinos y «Esta Navidad» de El Boy from Bonao, la casa se llena de un tipo de alegría que no pide permiso.

Porque al final, esa es la Navidad dominicana: caos organizado. Nostalgia y abrazo. Gente que no pudo viajar y celebra con el corazón partido pero firme. Una mezcla de risa, música, memoria y lechón, servida en porciones generosas, con repetición obligatoria y con un coro que te recuerda que, estés donde estés, diciembre te encuentra.

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