Por Nelson Santana
23 de agosto de 2025
ARLINGTON, Texas — Con un calor agobiante y frente a una muchedumbre de seguidores, directivos y peloteros de los Texas Rangers, Adrián Beltré se transformó en bronce ante la entrada nororiental de Globe Life Field. La directiva texana reveló una escultura de proporciones reales que retrata al inmortal de Cooperstown en su movimiento más característico: el bateo desde una rodilla, esa marca distintiva con la que incontables veces transformó quebradas en líneas y vuelacercas. La obra, colocada permanentemente en la Plaza de Entrada Noreste del Comerica Bank, se alza precisamente frente al Choctaw Stadium, el anterior estadio donde Beltré forjó la mayor parte de su historia legendaria con la organización.
Deportivamente, la pieza marca el final de un trayecto que ya contaba con reconocimientos ceremoniales: el retiro del dorsal 29 en las alturas de Globe Life Field, su incorporación al Salón de la Fama de los Rangers y, el pasado año, su entrada a la eternidad de Cooperstown en su primera oportunidad de elección. Sin embargo, más allá de los títulos, el bronce materializa algo que los rangers y su fanaticada sienten como impalpable: un mando sereno, la pasión por el juego y una moral profesional que transformó a Beltré en modelo de vestuario durante una de las épocas más exitosas de la franquicia.
«Desde este día, cuando caminemos junto a esta escultura recordaremos los momentos extraordinarios y la felicidad que Adrián Beltré aportó al deporte que adoró», expresó Chuck Morgan, icónica voz del estadio.
«Lo único que realmente importaba era si a la familia Beltré le gustaba», dijo el escultor Mike Tabor, originario de Granbury, Texas. Continuó, «No sé si merezco esto, pero algo que sé con certeza es que estoy muy agradecido».
Como si el bronce hubiera invocado sus ceremonias, Elvis Andrus —colaborador de tantas jornadas— ascendió al pedestal para acariciar la cabeza de su compañero, culminando la broma que por años generó risas y reprensiones. No existió manera de evitarlo, y tal vez allí nació otro ritual para las próximas generaciones: deslizar la mano por el casco de Beltré en dirección a la entrada. La escena, entre ceremonial y divertida, sintetiza a un ídolo que siempre mezcló perfección con diversión.
El mismo Beltré, coherente con su personalidad modesta, manifestó que la magnitud del tributo le resulta difícil de asimilar. «He estado tratando de buscar el sentimiento correcto, simplemente lo que siento al tener una estatua que estará aquí por no sé cuántos años», expresó. «Estoy tratando de asimilar el hecho de que ese soy yo, que merezco esto. Es simplemente alucinante, porque esto es algo en lo que nunca pensé. Estoy realmente agradecido, estoy muy feliz y honrado de que los Rangers se tomen el tiempo para honrarme. Voy a estar eternamente agradecido con los Rangers. Esto es algo que no puedo explicar»
“Estoy realmente agradecido, estoy muy feliz y honrado de que los Rangers se tomen el tiempo para honrarme. ”
El momento formó parte de un fin de semana diseñado para homenajear al tercera base de Santo Domingo. La dedicación se ejecutó previo al primer encuentro de la serie contra los Guardians y este sábado la organización obsequiará una copia a los primeros 20,000 espectadores; adicionalmente, Beltré recibirá una versión miniaturizada de su estatua y capturará el primer lanzamiento ceremonial de...Mike Tabor, el mismo artista que lo inmortalizó en bronce. Una coordinación perfecta entre arte y deporte.
Con la nueva obra, Beltré se incorpora al recorrido de personalidades que circunda el estadio: Nolan Ryan e Iván «Pudge» Rodríguez —los otros dos jugadores con estatua—, el exalcalde Tom Vandergriff y la escena del último out de la Serie de Campeonato de la Liga Americana de 2010, con Neftalí Féliz y Bengie Molina unidos en abrazo. Es un plano de memoria donde la franquicia traza su identidad ante los ojos de quienes arriban al parque. Ahora, en ese plano, se encuentra un dominicano arrodillado en la poesía de su bateo.
Para Texas —y para la comunidad dominicana— el significado se amplifica. La estatua no solamente rinde homenaje a un campeón; confirma la alegría como estilo de liderazgo y la disciplina como idioma universal. Beltré llegó a Arlington como un jugador integral y, en ocho campañas, se convirtió en sinónimo de la franquicia: promedio de .304, OPS de .865, 1,277 hits con el uniforme de los Rangers, seis votaciones de JMV entre los 15 primeros y una reputación de capitán sin alardes.
La estatua representa un recordatorio de cómo el arte preserva gestos que el tiempo pretende eliminar. El swing de rodilla resume a un pelotero que se permitía sonreír en el terreno sin disminuir un milímetro la exigencia; que podía argumentar con un árbitro sobre un toque en la cabeza, danzar con un roletazo rutinario y después, en la siguiente entrada, despojar el alma a una curva. Convertir ese instante en escultura es comunicarle a la ciudad que la excelencia no está peleada con la proximidad; que un ídolo puede ser, simultáneamente, un compañero de equipo. Tabor mencionó una condición fundamental para el proyecto: que la familia Beltré lo admirara. La familia del béisbol en Texas, evidentemente, también lo hace.
Adrián Beltré | Perfil biográfico y logros
Nacimiento: 7 de abril de 1979, Santo Domingo, R.D. Posición: Tercera base | Batea/Lanza: Derecho Equipos MLB: Dodgers (1998–2004), Marineros (2005–2009), Medias Rojas (2010), Rangers (2011–2018) Salón de la Fama: Promoción 2024 (95.1% en su primera boleta) Número retirado: 29, Texas Rangers
De Santo Domingo al escenario mayor
Desarrollado en el Liceo Máximo Gómez, Beltré fue localizado en 1994 en Campo Las Palmas —la academia de los Dodgers en la República Dominicana— por los exploradores Ralph Ávila y Pablo Peguero. Con solamente 15 años, un swing explosivo y un brazo poderoso, firmó por un bono de $23,000. Cuatro años más tarde, el 24 de junio de 1998, debutó en Grandes Ligas con Los Ángeles, siendo el pelotero más joven de la Liga Nacional en ese momento: 19 años y una tercera base ya diseñada para él.
Trayectoria y momentos destacados
Beltré navegó 21 temporadas en MLB, con una transformación que lo condujo de «prospecto premium» a sinónimo de perfección en la antesala. En 2004, aún con los Dodgers, encabezó las Mayores con 48 jonrones, bateó .334 y finalizó segundo en la votación al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional. Después de su período en Seattle (2005–2009), su año en Boston (2010) lo impulsó nuevamente a la élite ofensiva: promedio de .321, 49 dobles y Jugador Más Valioso del equipo.
El gran capítulo conclusivo se redactó en Texas (2011–2018): un mando silencioso que organizó el clubhouse, tres Juegos de Estrellas con el uniforme de los Rangers y la participación en la Serie Mundial de 2011. En 2013 empató el liderato de hits de MLB, y el 30 de julio de 2017 alcanzó los 3,000 imparables, primer dominicano en conseguirlo y el 31.º en la historia. Se retiró en 2018 con 3,166 hits (la cifra más alta para un tercera base en la historia, sobrepasando estrellas como Wade Boggs, Brooks Robinson, y Chipper Jones), 477 cuadrangulares, 1,707 carreras impulsadas, promedio de .286 y OPS de .819 en 2,933 juegos.
A su potencia se añadió una defensa magistral: cinco Guantes de Oro y 2 Guantes de Platino, con el instinto y las manos más confiables de su generación. Según Baseball-Reference, su WAR (93.5) es el tercero más elevado entre antesalistas, únicamente detrás de Mike Schmidt y Eddie Mathews. Beltré fue cuatro veces All-Star y cuatro veces Bate de Plata. Al momento de su retiro, fue el único tercera base con 3,000 hits y 400 HR, líder histórico entre antesalistas en hits e impulsadas, y tercero en cuadrangulares. Además, es uno de apenas cinco peloteros con 100+ cuadrangulares con tres franquicias diferentes.
Particularidades de un grande
Beltré conectó tres ciclos (2008, 2012, 2015), proeza que solo comparten cinco jugadores en la historia, y los tres ocurrieron en el mismo estadio (Arlington), un récord único. Su característica en el plato —ese swing que concluía sobre una rodilla— se transformó en imagen de marca y ahora, estatua. En el terreno, su liderazgo combinó rigor profesional con alegría desbordante: la asociación con Elvis Andrus, las travesuras con Félix Hernández, la guerra juguetona por «no tocarle la cabeza», y la capacidad de reír sin ceder un centímetro a la exigencia.
Permanece algo esencial: la forma en que una comunidad adopta su patrimonio. Si mañana madres y padres, como prevé la organización, se detengan frente al bronce para contar anécdotas —la búsqueda por los 3,000 hits, los tres ciclos, las temporadas de postemporada—, la estatua habrá cumplido con su función cívica. Será punto de encuentro, guía y recuerdo materializado. Y para los dominicanos en Texas, y para quienes siguen el camino de Beltré desde el Caribe, será, además, un faro: la evidencia de que la excelencia, cuando se vive con humildad y juego limpio, merece permanecer para siempre en la plaza pública.
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