Por Emmanuel Espinal y Nelson Santana
21 de julio de 2025
Bienvenid@s a tu dosis semanal de buena vibra dominicana.
Cada lunes, en esta nueva sección de ESENDOM, Con el pie derecho, te traemos un artículo especial para comenzar la semana con el pie derecho. No es un boletín, pero se siente como uno: aquí celebramos lo mejor de lo que publicamos la semana anterior, resaltando los logros, la inspiración y la esencia positiva de nuestra comunidad dominicana, dentro y fuera del país.
Desde artistas que brillan, hasta historias que levantan el ánimo, esta es nuestra forma de recordarte que, incluso en tiempos difíciles, siempre hay razones para sentir orgullo, esperanza y alegría.
Empieza tu semana con energía, empieza tu semana con ESENDOM.
La resistencia dominicana en tiempos de transformación: Reflexiones sobre el alma nacional que perdura
En la vorágine de una semana que ha puesto a prueba el temple de nuestra identidad colectiva, la República Dominicana ha demostrado una vez más que la verdadera grandeza de un pueblo no se mide en la ausencia de adversidades, sino en la extraordinaria capacidad de transformar cada desafío en oportunidad de crecimiento, cada pérdida en celebración de legado, y cada momento de incertidumbre en afirmación categórica de los valores que nos definen como nación.
Desde los pasillos de ESENDOM, donde cada semana documentamos las múltiples facetas de la experiencia dominicana contemporánea, hemos sido testigos privilegiados de una sucesión de acontecimientos que, lejos de fragmentar nuestro espíritu nacional, han funcionado como prisma revelador de la resistencia cultural que constituye el verdadero patrimonio de nuestro pueblo.
El arte como resistencia eterna: José Cestero y la inmortalidad del trazo
La partida física del maestro José Cestero no representa el final de una época, sino la confirmación definitiva de que el arte auténtico trasciende las limitaciones temporales para instalarse en la dimensión eterna de la memoria colectiva. Su color amarillo —ese «símbolo de la locura» que él mismo definía— se ha convertido en metáfora perfecta de la genialidad dominicana: esa capacidad extraordinaria de encontrar belleza en el caos, poesía en la marginalidad, y esperanza en los rincones más oscuros de la experiencia humana.
El expresionismo de Cestero no fue simplemente técnica pictórica; fue filosofía de resistencia que enseñó a generaciones completas de dominicanos que la autenticidad artística requiere valentía para confrontar realidades incómodas. Su obra, desde los días fundacionales de «Arte y liberación» hasta sus últimas pinceladas en la Zona Colonial, funcionó como bitácora visual de un país que aprendió a procesar sus transformaciones más profundas a través del filtro purificador del arte genuino.
Cada exposición póstuma de sus obras, cada estudiante de arte que descubre su técnica, cada turista que visita su museo en la Ciudad Colonial, reafirma que la verdadera inmortalidad artística se conquista no a través de la fama mediática, sino mediante la capacidad de crear lenguajes visuales que continúan comunicando verdades esenciales décadas después de que el pincel ha sido depuesto para siempre.
Deportes: Cuando la excelencia nacional trasciende fronteras
La participación dominicana en el Juego de Estrellas 2025 de las Grandes Ligas ilustró con precisión matemática una realidad que a veces olvidamos celebrar: somos una potencia mundial en el béisbol no por casualidad geográfica, sino por la confluencia extraordinaria de talento natural, dedicación inquebrantable y una cultura deportiva que entiende que la excelencia individual siempre debe servir al orgullo colectivo.
Los nombres de Ketel Marte, Vladimir Guerrero Jr., Fernando Tatis Jr., Manny Machado y Elly de la Cruz resonando en el estadio más prestigioso del béisbol mundial no son simplemente logros deportivos individuales; representan la materialización tangible de décadas de inversión comunitaria en el desarrollo atlético, de familias enteras que apostaron sus recursos limitados a sueños aparentemente imposibles, y de una infraestructura deportiva que, pese a limitaciones económicas evidentes, ha demostrado capacidad para producir talentos de talla mundial.
El Home Run Derby, aunque rompió nuestra racha dominicana de tres años consecutivos, confirmó que hemos establecido un estándar de excelencia que las nuevas generaciones consideran natural. Júnior Caminero y Oneil Cruz no llegaron al Truist Park como invitados sorpresivos; arribaron como herederos legítimos de una tradición de potencia que incluye a Juan Soto, Vladimir Guerrero Jr. y Teoscar Hernández, demostrando que la grandeza deportiva dominicana opera según ciclos de renovación constante.
Música: Las notas rítmicas de una identidad en constante evolución
Nuestro recorrido por las figuras musicales que han definido la identidad musical dominicana —desde la revolución bachatera de Antony Santos hasta la innovación urbana de Lomiiel, pasando por la genialidad compositiva de Miguel Braho y la proyección internacional de Ozuna— revela una verdad fundamental: la música dominicana no es producto cultural estático, sino laboratorio vivo donde cada generación experimenta con sonidos heredados para crear expresiones que reflejen su propia experiencia temporal.
La trayectoria de «El Mayimbe» Antony Santos, desde los campos áridos de Montecristi hasta el Madison Square Garden, representa más que ascensión individual; simboliza la democratización de la expresión artística nacional, la prueba categórica de que el talento auténtico puede emerger desde cualquier geografía social para conquistar escenarios globales sin renunciar a su esencia cultural originaria.
Luis Vargas, con su revolución acústica, demostró que la innovación técnica puede convivir armoniosamente con la preservación de valores tradicionales. Su rivalidad épica con Antony Santos, lejos de fragmentar el género, lo enriqueció exponencialmente, generando una competencia productiva que elevó los estándares artísticos y mantuvo viva la conversación sobre la evolución cultural dominicana.
Los Hermanos López, herederos directos de la grandeza de Vinicio López, encarnan la transmisión generacional de excelencia musical, demostrando que las tradiciones familiares pueden funcionar como incubadoras de innovación cuando se combinan con talento natural y visión contemporánea. Su capacidad para honrar el merengue típico mientras incorporan elementos que resuenan con audiencias jóvenes ilustra perfectamente el equilibrio dinámico entre preservación cultural y adaptación evolutiva.
La emergencia de Chris Lebrón, transitando desde la fotografía hasta la música urbana con valores cristianos intactos, desafía estereotipos destructivos sobre la industria musical urbana, demostrando que el éxito comercial puede coexistir con principios morales sólidos y autenticidad espiritual.
Miguel Braho, transformando dolor personal en medicina sonora a través de sus 600 composiciones, ilustra la capacidad redemptora del arte cuando es canalizado por sensibilidades que comprenden que la verdadera grandeza creativa emerge del procesamiento consciente de experiencias humanas universales.
Lomiiel, conquistando charts internacionales desde La Romana con música que preserva valores familiares mientras revoluciona el dembow global, representa la síntesis perfecta entre ambición mundial y autenticidad cultural, demostrando que las nuevas generaciones pueden proyectarse globalmente sin sacrificar las raíces que las nutren.
Cultura popular: El homenaje como afirmación de continuidad
El espectacular tributo «Rubby Infinito» en el Teatro Nacional Eduardo Brito funcionó como masterclass de memoria colectiva, demostrando que una sociedad que sabe celebrar dignamente a sus íconos culturales es una sociedad que comprende la importancia vital de preservar y transmitir sus tradiciones artísticas más valiosas.
La convergencia de más de 70 artistas en el escenario, desde Milly Quezada hasta Los Hermanos Rosario, representó más que concierto de homenaje; constituyó declaración categórica de que la grandeza artística dominicana opera según principios de solidaridad intergeneracional, donde los logros individuales se celebran como patrimonio colectivo y donde cada generación acepta la responsabilidad sagrada de preservar y enriquecer el legado heredado.
El momento de silencio por las víctimas del accidente en Jet Set, integrado orgánicamente a la celebración de la vida y obra de Rubby Pérez, demostró la madurez emocional de una sociedad que puede procesar simultáneamente dolor y celebración, duelo y gratitud, pérdida y afirmación de continuidad cultural.
Reflexión final: La resistencia como identidad
En esta semana que ha funcionado como microscopio de la experiencia dominicana contemporánea, hemos confirmado una verdad que trasciende análisis coyunturales: la resistencia no es simplemente característica temporal que activamos durante crisis; es el ADN (DNA) fundamental de nuestra identidad nacional, la corriente subterránea que alimenta cada manifestación auténtica de dominicanidad.
Resistimos a través del arte que documenta nuestras transformaciones sin perder autenticidad. Resistimos a través del deporte que proyecta nuestro talento hacia escenarios mundiales sin renunciar al orgullo patrio. Resistimos a través de la música que evoluciona constantemente sin traicionar las raíces que la alimentan. Resistimos a través de celebraciones culturales que honran el pasado mientras construyen futuro.
Esta resistencia no es reactiva ni defensiva; es creativa y propositiva. No emerge del miedo al cambio, sino de la confianza profunda en valores culturales que han demostrado capacidad de adaptación sin sacrificio de esencia. Es la resistencia de un pueblo que ha aprendido que la verdadera fortaleza nacional no reside en la rigidez, sino en la flexibilidad inteligente que permite evolucionar sin perder identidad.
Desde las pinceladas amarillas de Cestero hasta los jonrones dominicanos en Atlanta, desde las bachatas de Antony Santos hasta los homenajes en el Teatro Nacional, cada manifestación auténtica de cultura dominicana funciona como acto de resistencia que reafirma nuestra capacidad extraordinaria de convertir desafíos en oportunidades, pérdidas en legados, y incertidumbres en afirmaciones categóricas de los valores que nos definen como pueblo.
En un mundo cada vez más interconectado, donde las dinámicas globales transforman nuestras formas de vida, es vital valorar y preservar la riqueza de las identidades y tradiciones culturales locales.
La experiencia dominicana de esta semana ha funcionado como recordatorio poderoso de que la autenticidad cultural, cuando se combina con apertura al mundo y voluntad de evolución, genera formas de resistencia que no solo preservan patrimonio, sino que lo enriquecen y proyectan hacia horizontes que nuestros ancestros jamás imaginaron alcanzar.
La resistencia dominicana no es nostalgia del pasado; es construcción consciente del futuro utilizando los materiales más valiosos de nuestra herencia cultural. Es la resistencia de un pueblo que ha comprendido que la verdadera grandeza nacional se mide no en la ausencia de transformaciones, sino en la capacidad de dirigir esas transformaciones según valores propios, manteniendo siempre la brújula moral y cultural que nos permite navegar cualquier tormenta sin perder el rumbo hacia destinos que honren tanto nuestro pasado como nuestras aspiraciones más audaces.
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ESENDOM continuará documentando las múltiples manifestaciones de esta resistencia cultural que define la experiencia dominicana contemporánea.
¿Qué aspectos de la resistencia cultural dominicana consideras más importantes en nuestra época? Comparte tus reflexiones en los comentarios o escríbenos a esendom@esendom.com
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