Por estos días, un sector de la intelectualidad dominicana está detrás de la campaña de odio y enajenación.
Por Amaury Rodríguez
10 de noviembre de 2022
No sé si en esta hora sombría vale la pena llamar las cosas por su nombre y dedicar unas líneas a desenmascarar a los momios dominicanos. Los momios están que arden de odio hacia las personas de origen haitiano.
La borrachera nazionalista tiene a los momios ardiendo de tirria hacia la disidencia política y cultural dominicana en el país y en el exterior. La misma disidencia que en estas últimas décadas ha contribuido a la construcción de un pensamiento crítico y democrático, cerrándole los espacios de difusión a intelectuales conservadores y mamarrachos del patio.
No sé si en realidad vale la pena gastar tinta o saliva en denunciar el vómito de la caverna, ahí donde se esconden los dinosaurios con sus discursos de falso nacionalismos y patrioterismo barato.
Hoy más que nunca urge concentrar nuestras fuerzas a dibujar las aristas de una nueva onda y un nuevo tiempo y de esa manera, re-imaginar lo que sería en última instancia, la construcción de un mundo nuevo, justo y diferente.
Pero no hay de otra.
Dale con la propagación del odio y con echar leña al fuego. Ya jartan con eso de dividir a los pueblos con el simple objetivo de distraer y embaucar a la gente trabajadora, a los sectores populares y a las grandes mayorías mientras el gobierno de Abinader se hunde más en la cloaca.
En el caso de Abinader, la corrupción no se detiene en la puerta de su despacho. Mientras tanto, las políticas de hambre de este gobiernito del PRM suman miles al hambre y a la desesperación luego del paso de la tormenta Fiona.
Los hospitales, mi hermano, están por el suelo. El drama humano es aterrador.
No hay luz en los barrios. Literalmente y metafóricamente hablando. Y de la educación pública, eso parte el alma. Como si a los ricos les importara educar a los pobres.
Desde arriba, se habla de inversiones en el sector turístico, el sector clave de la economía dominicana donde están los huevos de oro de la clase dominante dominicana y de los pulpos de perfil extranjero, es decir provenientes de potencias europeas o de yankilandia.
Esta basura de gobierno de ricos y blanquitos solo les interesa sacar su tajada del pastel. El discurso momio de Abinader (cerrar frontera, proteger soberanía ante crisis en Haití, bla bla bla) amplificado por la prensa tradicional y las bocinas pro-gobiernistas tiene a la gente bobita. Mientras tanto, la República Dominicana grita de desesperación.
Me molesta e irrita escribir el mismo artículo : la propaganda nazionalista, racista y anti-haitiana sirve como instrumento de enajenación del pueblo. Me molesta e irrita ver las ideas y la cultura al servicio del poder.
Por estos días, un sector de la intelectualidad dominicana, representante de la vieja derecha liberal (Frank Moya Pons, por ejemplo) está detrás de la campaña de odio y enajenación. A eso se suma la nueva derecha nacionalista (Roberto Cassá, por ejemplo) que surge a raíz del Frente Patriótico balaguerista-peledeista de la década de los noventa.
Esto va en serio: si queremos apostar por verdaderos cambios políticos y sociales urge denunciar estas voces del odio y de la barbarie; urge trabajar el tema de la solidaridad dominico-haitiana, en seguir forjando lazos de amistad con nuestros pares en Haití y en unir las luchas populares en contra de las elites dominicanas y haitianas; urge denunciar y cerrarle espacios (a través de boicot culturales) al gobierno dominicano y sus ferias del libro, y también a estos mercenarios pagados (y bien remunerados), intelectuales cuyo rol es justificar la xenofobia, el racismo y la opresión, algunos de los pilares de la ideología dominante y el poder que sirven de sostén al orden establecido de las clases pudientes y vende-patrias en el Santo Domingo de Sebastián Lemba y Mamá Tingó.