A 80 años del horrendo crimen trujillista conocido como la masacre del 1937 publicamos la siguiente reflexión.
Por Regine Charles
¿Dónde estamos?
Entre septiembre y octubre del año 1937, miles de seres humanos, hombres, mujeres, incluso niños fueron masacrados por el simple hecho de tener la (mala) suerte de ser de piel oscura como lo son muchos dominicanos y por ser o parecer haitianos.
Las armas usadas por los matadores, policías y militares dominicanos bajo las órdenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo fueron varias, todas letales, mortales, aunque algunas más sádicas que otras, como palos, cuchillos, pistolas; y otras mucho más humillantes, despreciables como la palabra «PEREJIL» que debió pronunciar las víctimas para determinar su origen, si los depredadores asesinos del dictador tuviesen dudas.
Factores
Los factores de esa matanza han sido múltiples y todavía hoy en día los encontramos en la sociedad dominicana, sufriéndolos los/las migrantes haitian@s en su día a día.
Hablamos de la criminalización de los migrantes haitianos por ser - según los mismos sectores desde la matanza, contaminadores de odio, nacionalistas como se auto-determinan - unos invasores, trayendo pobreza, enfermedad, negritud y el vudú en la República Dominicana.
Hablamos de la aspiración trujillista de «blanquear» la raza, uno de los factores, de acuerdo con los sectoresprogresistas y la sociedad civil dominicana, preponderante de la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional Dominicano, causante del Genocidio Civil de cerca de 300 mil dominicanos de ascendencia haitiana, algunos todavía hoy, a 4 años de dicha Sentencia, siguen en un limbo legal sin el reconocimiento de su nacionalidad por el Estado dominicano.
Hablamos también de los discursos anti-haitianos, como el que pronunció Trujillo en ese baile en Dajabón en aquella época, un 28 de septiembre, prometiendo «resolver el problema haitiano» o como el que pronunció recientemente el Presidente de la Junta Central Electoral Dominicana, Julio César Castaños Guzmán, repitiendo sus mismas palabras, que «República Dominicana tiene que decidirse a no seguir siendo un paritorio de Haití», refiriéndose a las mujeres haitianas, embarazadas que acuden a las maternidades del país en busca de atención médica. Sin tener evidentemente, el todo poderoso Presidente de la Junta, ninguna intención de crear un debate sano o contribuir en mejorar el sistema de salud dominicano. Además, lastimando la dignidad de esas migrantes, vulnerables de múltiples formas y amenazando claramente sus derechos, específicamente, ese, universal, que tiene cada ser humano a la salud.
Recordar siempre que somos vecinos
Es difícil y doloroso recordar los crímenes de la matanza. Aún sigue siendo desgarrador imaginar tantos hombres, mujeres, niños, indefensos, vulnerables seres humanos asesinados por el simple hecho de haber aspirado un día tener una mejor vida en un país vecino.
Pero es todavía más horroroso, ver y vivir la repetición de los mismos errores históricos, quizás hoy más peligrosos y dañinos por estar sutilmente maquillados aunque con los mismos pretextos, «defender la patria de la invasión haitiana».
Urge anclar más tolerancia en nuestros corazones, revisar nuestra forma de pensar, de ver al otro, respetar su dignidad, origen, convicción, aunque sean diferentes de los nuestros.
Urge activar más esfuerzos para crear harmonía, paz, hermandad entre los dos países de nuestra isla.
Por ello, debemos luchar en contra del olvido. Siempre recordar que una vez nos costó sangre y vida de más de 15 mil inocentes por olvidar que somos vecinos.
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Regine Charles es activista y estudiante.