Por Nelson Santana
17 de enero de 2020
El pasado sábado, 11 de enero, la niña Yaneisy de cuatro años fue violada y asesinada por maleantes en la provincia de Santiago, República Dominicana. El enfoque del caso ha sido la negligencia de la madre de Yaneisy por enviar a su hija a las 10:00 p.m. de la noche a comprar bebidas alcohólicas en un colmado. Cuando no es la negligencia de la madre, el enfoque ha sido el atroz acto de los delincuentes. Los presuntos asesinos violadores han sido capturados por las autoridades. Según varios informes en en las redes sociales, uno de ellos murió tras ser golpeado y violado brutalmente en la cárcel, aunque esta noticia surgió ser falsa.
Por su parte, la prensa ha retratado a Yaneris Altagracia Rodríguez, la madre de Yaneisy, cómo una madre incompetente. A la vez, grupos feministas y otras entidades han visto más allá del caso...han visto algo aun mucho más profundo.
La realidad es que el caso de Yaneisy revela un problema sistemático que padece la sociedad dominicana. Vivimos en una sociedad que normaliza el matrimonio infantil, la violencia, y que día tras día nos enrostra en la cara la pésima idea que el pobre no vale nada. Cuando un hombre mayor de edad se «levanta» una muchachita, muchos lo celebran. Y aunque muchos quizá tomen el tiempo para reflexionar y pensarlo, pocos, pero muy pocos toman el tiempo para hablar sobre el tema abiertamente de una manera crítica.
En la República Dominicana, la falta de educación sexual es un grave problema. El tener conversaciones con jóvenes y adultos es un tabú. Esto se debe en parte a la negligencia del estado dominicano por no implementar políticas de salud pública y la enorme influencia de la iglesia católica. Sin embargo, en los campos, los barrios, la televisión dominicana, el sexo es algo que se habla directamente y a lo público. Pero entonces, en las escuelas la educación sexual sigue siendo un tabú en las aulas educativas.
ESENDOM conversó con la activista y feminista Mariel Acosta. Esto fue lo que dijo en torno al lamentable caso de violencia de género:
Como te comenté el pasado sábado 11, algo que la prensa no había analizado hasta esa fecha (solo mencionado de paso pero si hacer el cálculo y la relación entre las edadedes de los progenitoresde la niña...) es que Yaneris Altagracia Rodríguez tiene 23 años el padre de sus hijas tiene 61. Él le triplica la edad. La hija mayor de ambos tiene 9, o sea que estaba embarazada y dio a luz a los 13-14 y a la segunda niña a los 16-17, siendo aun menor de edad. Él mismo es un violador y abusador de menores.
La violación y asesinato de la niña es parte de ese ciclo de abuso, machismo y permisividad a los hombres adolescentes y adultos con los cuerpos y las vidas de las niñas y mujeres que las autoridades y la sociedad dominicana se rehúsan a enfrentar. Nuestra sociedad trata al asunto de matrimonios y embarazos infantiles como algo normal para niñas de clases sociales bajas. Esto las arrastra a una adultez a destiempo y las victimiza continuamente.
A la fecha, el Foro Feminista Magaly Pineda, Millicen Uribe y Rosario Espinal han analizado y denunciado específicamente que Yaneris es víctima de violación y que menores no pueden consentir relaciones sexuales con adultos, de los matrimonios infantiles y la violencia contra la mujer y Elaine Feliz y Matías Bosch Carcuro también han relacionado el caso en un contexto más amplio de sobre abuso y explotación sexual hacia menores en la República Dominicana.
Este caso me recuerda también un artículo que leí reciente sobre como las mujeres pueden sufrir depresión posparto hasta años después de dar a luz. La depresión posparto en sí puede imposibilitar a la madre a terminar ciertas tareas y enfocarse, puede causar ira, entre otros problemas de salud mental que pueden llegar a incapacitarlas en el cuido de sus hijos e hijas. A Yaneris se le truncó la niñez/adolescencia con embarazos y responsabilidades para las cuales no estaba preparada a los 13-14 años, a esto se le pueden agregar las secuelas emocionales que trae parir y criar sin apoyo moral, económico por parte del coprogenitor y el estigma social de ser una madre adolescente.
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