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Cultura y conciencia

5 héroes de la Guerra de la Restauración que debes conocer: Gregorio Luperón

historiaNelson SantanaComment

Por ESENDOM
12 de agosto de 2025

A diferencia de la mayoría de países, la República Dominicana celebra dos independencias. La Guerra de la Restauración (1863-1865) representa uno de los episodios más heroicos y definitorios de la historia dominicana. Tras la controvertida anexión a España proclamada por Pedro Santana el 18 de marzo de 1861, el pueblo dominicano enfrentó una nueva forma de dominio colonial que amenazaba su soberanía y su identidad nacional recién consolidada.

El 16 de agosto de 1863, en el cerro de Capotillo, catorce patriotas cruzaron desde Juana Méndez, Haití, para alzar la bandera tricolor sobre suelo dominicano. De acuerdo con investigaciones históricas y fuentes como la Academia Dominicana de la Historia y el Compendio de la historia de Santo Domingo, el núcleo de este grupo estaba encabezado por Santiago Rodríguez, acompañado de Benito Monción y José Cabrera, mientras que Pedro Antonio Pimentel se unió a ellos en Capotillo para consumar el izamiento de la bandera.

Lo que comenzó como un levantamiento en las zonas rurales del Cibao se transformó rápidamente en un movimiento nacional que unió a campesinos, veteranos de guerra y líderes políticos. Durante dos años de intensos combates, figuras legendarias como Gaspar Polanco, Gregorio Luperón y José Antonio Salcedo encabezaron una resistencia que no solo buscaba recuperar la independencia, sino reafirmar la identidad dominicana frente a las potencias extranjeras. La guerra culminó políticamente el 3 de marzo de 1865, cuando España emitió el Real Decreto que anulaba la anexión, y concluyó definitivamente con la evacuación de las tropas españolas en julio de ese mismo año, demostrando al mundo que el espíritu independentista dominicano era inquebrantable.

En ESENDOM, recordamos a cinco de estos héroes para conmemorar el 162 aniversario de la Guerra de la Restauración.

Gregorio Luperón: El centauro que forjó la libertad con machete y convicción

En las calles empedradas de Puerto Plata, donde el mar Caribe susurra historias de resistencia y el viento arrastra ecos de libertad, nació el 8 de septiembre de 1839 un niño destinado a convertirse en leyenda. Gregorio Luperón, hijo de Nicolasa Duperrón y Pedro Castellanos, creció entre la humildad de un ventorrillo familiar y los sueños de grandeza que solo los héroes de Plutarco podían inspirar. (Es importante notar que el general Luperón castellanizó el apellido francés de su madre de Duperón/Duperrón a Luperón).

Su infancia estuvo marcada por la necesidad: vendía dulces en las esquinas, cargaba agua para las familias pudientes y ayudaba en el modesto negocio familiar. Pero bajo la tutela del comerciante francés Pedro Dubocq, el joven Gregorio descubrió un mundo de letras y sabiduría que transformaría para siempre su visión del destino. Las Vidas Paralelas de Plutarco se convirtieron en su evangelio personal, moldeando un sentido del heroísmo que pronto pondría a prueba la historia.

A los 16 años, en un episodio que pasaría a la posteridad como «El pleito de Gollito», Luperón demostró el temple que lo caracterizaría toda su vida: repelió a machete un asalto en Jamao, ganándose el respeto de quienes lo conocían y anunciando al mundo que había nacido un guerrero.

De comerciante a conspirador: el despertar de la conciencia patriótica

Cuando Pedro Santana proclamó la anexión a España el 18 de marzo de 1861, Luperón se encontraba trabajando como comerciante en Sabaneta de Yásica. Su respuesta fue inmediata y categórica: se negó públicamente a firmar el manifiesto anexionista, convirtiéndose instantáneamente en enemigo del nuevo régimen. Perseguido por el gobernador Juan Suero, emprendió el camino del exilio hacia Estados Unidos y el Caribe, experiencia que fortalecería su visión anticolonialista y su compromiso con la soberanía dominicana.

En 1862, regresó clandestinamente bajo el alias «Eugenio de los Santos», haciéndose pasar por curandero para encubrir sus actividades conspirativas. Esta etapa de resistencia silenciosa lo preparó para el momento decisivo que cambiaría no solo su destino, sino el rumbo de la nación dominicana.

El grito de Capotillo y el nacimiento de una leyenda militar

El 16 de agosto de 1863, cuando Santiago Rodríguez, Benito Monción y Pedro Antonio Pimentel izaron la bandera tricolor en el cerro de Capotillo, Luperón comprendió que había llegado su momento histórico. Se unió al sitio de Santiago, donde Gaspar Polanco, reconociendo su valía, le otorgó el rango de coronel. En la batalla del 6 de septiembre, Luperón demostró no solo valor personal, sino una capacidad táctica excepcional que le valió el reconocimiento como uno de los estrategas más brillantes de la guerra.

Su ascenso fue meteórico: de coronel a general y Comandante de Armas de Santiago en cuestión de meses. Pero más que los rangos, lo que definió a Luperón fue su incansable actividad militar. Participó en campañas decisivas en Bonao y Cotuí, operaciones críticas en el sur junto a Pedro Florentino, y combates legendarios en el este contra las fuerzas de Pedro Santana, incluyendo las victorias de Bermejo y El Paso del Muerto.

A los 25 años ya era General de División, con un historial militar que abarcaba prácticamente todo el territorio nacional. Su estrategia de guerra de movimientos y guerrillas se convirtió en modelo para las futuras generaciones de militares dominicanos, y su negativa a cualquier negociación con los anexionistas lo estableció como guardián inquebrantable de la independencia absoluta.

Más allá de la guerra: el estadista y visionario

Tras la salida de España en 1865, Luperón demostró que su grandeza trascendía el campo de batalla. Su enfrentamiento con Buenaventura Báez, a quien consideraba tan entreguista como Santana, lo llevó a liderar la oposición durante la Guerra de los Seis Años (1868-1874). Como líder del Partido Azul—también conocidos como Los Bolos—, impulsó un programa liberal revolucionario que defendía la soberanía nacional, el fortalecimiento institucional y la educación laica.

Su presidencia provisional (1879-1880) buscó estabilizar el país y promover el progreso económico, aunque su decisión de delegar poder en Ulises Heureaux abriría paso a una dictadura que lo torturaría en sus últimos años. Esta experiencia demostró la complejidad del liderazgo político en una nación fragmentada por décadas de guerra civil.

El legado eterno del Centauro

Gregorio Luperón murió en Puerto Plata el 20 de mayo de 1897, pronunciando palabras que definieron su existencia: «Los hombres como yo, no deben morir acostados». Su legado trasciende las victorias militares y los cargos políticos: encarna la figura del patriota auténtico que, desde orígenes humildes, se elevó hasta las más altas jerarquías por mérito propio y convicción inquebrantable.

Su intransigencia ante cualquier forma de colonialismo y su visión de un país moderno y soberano lo han consolidado como uno de los guardianes eternos de la independencia dominicana. Para algunos historiadores, Luperón merece ser considerado el «cuarto padre de la patria», reconocimiento que honra no solo sus hazañas, sino su coherencia moral y su dedicación absoluta a los ideales de libertad y dignidad nacional.

Bibliografía sobre Gregorio Luperón

Cassá, Roberto. Historia social y económica de la República Dominicana. [6a ed.]., Editora Alfa y Omega, 1985.

Luperón, Gregorio. Notas autobiográficas y apuntes históricos. Editora de Santo Domingo, 1974.

Moya Pons, Frank. Manual de historia dominicana. 6a ed., UCMM, 1981.

Rodríguez Demorizi, Emilio. Luperón y Hostos. Editora Montalvo, 1939.

Rodríguez Objío, Manuel. Gregorio Luperón e historia de la Restauración. Editora Universitaria UASD, 2004.

Tolentino Dipp, Hugo. Gregorio Luperón : biografía política. Quinta edición., [Editora Búho, S.R.L.], 2014.

Welles, Sumner. Naboth’s Vineyard : The Dominican Republic, 1844-1924. Payson & Clarke Ltd, 1928. 

[Mañana… otro nombre que usted no puede perderse.]

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