Por ESENDOM
1 de septiembre de 2025
Read in English: Freylin Pérez Díaz Wins the CSWC in Santo Domingo: A Triumph That Celebrates the Soul of the Dominican Cigar
Puntos clave:
La dominicana Freylin Pérez Díaz se coronó campeona del Cigar Smoking World Championship (CSWC) 2025 en Santo Domingo.
El título confirma el dominio local en esta disciplina: en cuatro años, la copa solo ha quedado entre Pérez Díaz y su esposo Rafael Solano Portoreal.
El certamen ocurre en un momento donde el tabaco y el cigarro fueron declarados Patrimonio Cultural de la Nación.
La industria tabacalera dominicana aporta más de US$1,300 millones anuales en exportaciones y emplea a más de 120,000 personas.
El triunfo de una campeona
En una tarde donde el tiempo pareció detenerse, Santo Domingo se transformó en el teatro de una competencia singular: la edición local del año Cigar Smoking World Championship. Con apenas dos días de anticipación —un detalle que añadió dramatismo al evento—, la capital dominicana reunió a los mejores exponentes de un arte que combina técnica, paciencia y tradición.
Freylin Pérez Díaz emergió como la indiscutible protagonista de la jornada, manteniendo su cigarro encendido durante 1 hora, 32 minutos y 6 segundos, en una demostración de maestría que dejó atrás a competidores experimentados como Magda Alicia (1:14:34) y César Saúl Bencosme (1:08:37). Cada minuto de su actuación fue una lección de control y concentración, donde la técnica personal se fusiona con el conocimiento profundo del producto.
El detalle que eleva esta victoria del simple triunfo deportivo a la curiosidad familiar: el trofeo nunca ha abandonado el mismo hogar. Rafael Solano Portoreal, esposo de Pérez Díaz, se coronó campeón en 2022 y 2024, mientras que ella misma ya había conquistado el título en 2023.
El cigarro como símbolo de una nación
La victoria de Pérez Díaz adquiere su verdadera dimensión cuando se contempla desde la perspectiva del universo cultural dominicano, donde el cigarro trasciende su función como producto de lujo para convertirse en un emblema de identidad nacional. El recorrido comienza en las tierras fértiles del Valle del Cibao, región donde generaciones de familias han perfeccionado los secretos del cultivo, el curado y la transformación de la hoja de tabaco en algo que roza la perfección.
Desde estas plantaciones hasta las sofisticadas manufacturas de Santiago —que funcionan como catedrales de un oficio ancestral—, se despliega una cadena de conocimiento que ha posicionado a la República Dominicana como la potencia indiscutible del cigarro premium mundial. Las cifras respaldan esta supremacía: 182 millones de unidades exportadas anualmente que llevan el sello de calidad dominicano a los mercados más exigentes del planeta.
Esta primacía no pasó desapercibida para las instituciones nacionales. En 2022, el gobierno dominicano tomó una decisión cargada de simbolismo: declarar al tabaco y al cigarro como Patrimonio Cultural de la Nación, otorgándoles el mismo estatus que el merengue. Este reconocimiento oficial no representa una simple formalidad administrativa, sino el reconocimiento de una tradición que ha moldeado comunidades, economías regionales y la imagen internacional del país.
La filosofía del tiempo suspendido
La competencia de fumada lenta —donde la victoria pertenece a quien logra mantener la combustión sin interrupciones durante más tiempo— funciona como una metáfora perfecta de la filosofía que envuelve al cigarro dominicano. En esta disciplina convergen la paciencia como virtud, la resistencia como técnica y el ritual como forma de vida.
Los maestros tabaqueros han acuñado una frase que encapsula esta visión: un cigarro excepcional «es un milagro que se despliega en cámara lenta». Esta sentencia no es poesía vana; refleja una realidad productiva donde más de trescientas manos intervienen en la creación de cada pieza, desde la selección inicial de la semilla hasta los detalles finales del empaque.
Cada hoja se escoge con la meticulosidad de un sommelier evaluando una cosecha excepcional, cada capa se construye como un músico que compone una sinfonía de sabores, cada caja se presenta como un libro que preserva una narrativa particular. En un mundo dominado por la inmediatez y la gratificación instantánea, el cigarro dominicano propone una pausa reflexiva, un momento de contemplación que conecta con tradiciones milenarias y con el placer de lo auténticamente bien hecho.
Una victoria que trasciende las posibilidades
El triunfo de Pérez Díaz en el Cigar Smoking World Championship se proyecta mucho más allá del reconocimiento deportivo individual. Su victoria constituye una reafirmación contemporánea de la excelencia dominicana en una disciplina que exige tanto destreza técnica como comprensión filosófica del producto que se está celebrando.
Cada vez que un ejecutivo en un lounge de Hong Kong, un coleccionista en París o un aficionado en Manhattan enciende un cigarro manufacturado en Santiago, se activa una cadena invisible de conexiones culturales. Detrás de cada voluta de humo se despliega un universo que va mucho más allá del tabaco curado: se manifiesta el ritmo pausado que caracteriza la vida caribeña, la memoria colectiva de las familias que han dedicado generaciones enteras a perfeccionar este arte, y ahora, el nombre de una campeona que continúa escribiendo esta historia con precisión técnica y genuino orgullo nacional.
En una era donde lo efímero domina las conversaciones culturales y donde la velocidad se ha convertido en el valor predominante, el cigarro dominicano —y quienes lo celebran como Freylin Pérez Díaz— nos propone una filosofía alternativa: que los mejores placeres de la vida merecen ser saboreados sin prisa, con la conciencia de que detrás de cada experiencia excepcional existe una tradición que ha sido cultivada con cuidado, respeto y tiempo.