Por Graciela Azcárate
10 de octubre de 2018
«Ya tu amor / es un pájaro sin voz, / ya tu amor / se perdió en mi corazón.
No sé por qué / fue marchita tu pasión / y por qué murió sin flor,
y por qué no ardió».
«Maldito amor». Canción de Juan Morel Campos
Hace unas semanas después de trabajar con las escritoras puertorriqueñas me dediqué a releer los libros de ese tramo de la estantería donde guardo la obra de las escritoras caribeñas. Volví a leer «Maldito Amor» de Rosario Ferré y reforcé su lectura y la memoria de 1987 con varios trabajos ensayísticos sobre su obra. Disfruté uno de sus últimos libros «Vecindarios excéntricos» (1999), un regalo de mi hijo Mauro fechado el 27 de septiembre de 2005.
Es una Rosario que ha madurado y que vuelve a repensar a su familia, a su madre, a su padre, a sus esposos y a sus hijos y a su país, incluso a Estados Unidos con esa mirada sabía y empática que recomendó la profesora María Sola en su entrevista en el recinto de la universidad: «los desafíos son formas de comunicación que es importante examinar» o (…) «Porque transgredir no es sólo cometer delitos o crímenes, sino enfrentarse al reto de hacer algo diferente a lo que nos prescribe la sociedad. Quebrar los límites establecidos por su cultura es algo que también hacen los héroes, masculinos y femeninos, tanto en el mito como en la historia lejana y cercana».
Todo el libro es una revisión de su familia, de las dos ramas: la materna y la paterna y el trasfondo de ese Puerto Rico que perteneció a la corona española y el que en 1898 inició ese otro camino de colonia bajo los Estados Unidos de Norteamérica y que cambió los fundamentos de toda la sociedad.
La ciudad de Ponce y la historia de los suyos brillan y suenan con la música de ese músico negro, de Ponce, ese Morel Campos biografiado por el dominicano Eugenio Deschamps.
Ella resuelve esas contradicciones de vida, de mujer, de clase, de lugar común, de ideología y de historia patria comprendiendo que somos partícipes de un todo y que no es cierto que estemos ajenos a las decisiones del poder por ser de «la sociedad civil».
Entre los libros de las antillanas encontré dentro del libro de Edwidge Danticat «Cosecha de huesos» (1998) un artículo aparecido en Areíto del periódico HOY el sábado 5 de junio de 2004 donde Bernardo Vega y la escritora haitiana intercambian opiniones acerca de la masacre de haitianos de 1937.
Bernardo Vega escribe: (…)este terrible acontecimiento fue ordenado tan solo por Trujillo y ejecutado tan solo por su ejército, lo que hoy llamamos «la sociedad civil» no participó de ese hecho, o lo aprobó».
Evoqué el libro y la frase de la periodista alemana Martha Hillers de «Anónima» violada por Ejército Rojo, con el silencio y la complicidad de todos los hombres alemanes del entorno que no sólo no la defendieron sino que acataron la violación de ella y otras alemanas a cambio de sobrevivir al ejército ruso, cómo fue silenciado su libro de memorias porque ella contó lo que era la complicidad del pueblo alemán, la cobardía de los hombres y no sólo el silencio con el holocausto judío sino con el trato que le habían dado a las mujeres alemanas durante la invasión del ejército ruso.
Rosario Ferré en «Vecindarios excéntricos» lo cuenta o Josefina Padilla puede llevar los documentos de su abuelo al Archivo General de la Nación para que se sepa la verdad de un pedazo de la historia de los pueblos del Caribe, de sus inmigrantes, de su sociedad civil, de los que sobrevivieron, de los sin voz, de Lilís y su cinismo para matar o para lisiar al abuelo por defender a los humildes, de esos otros cinismos tan actuales que «la sociedad civil» conoce pero calla.
El artículo que escribió José del Castillo sobre su abuelo Eugenio Deschamps es el camino secreto de nuestros ancestros que nosotros ayudamos a sanar y honrar.
Su abuelo escribió una biografía sobre el autor de «Maldito Amor» ese mismo autor y la música que sirvió de música de fondo para contar la historia de Puerto Rico, de 1898 en adelante por Rosario Ferré en su novela «Maldito Amor».
Conocí a Josefina Padilla en 1986. Era compañera de trabajo en la Oficina Sanitaria Panamericana del que fue mi esposo. En 1986, en la sala de nuestra casa en Arroyo Hondo, ella, Félix Servio y Juan Doucudray nos contaron lo que nos iba a pasar a nosotros y al país con el triunfo electoral de Joaquín Balaguer.
En esa época y recién llegada al país yo no sabía quién era Josefina, ni con quien se había casado ni de lo que había sido su vida, viuda y con ocho hijos, ni siquiera sabía que era la nieta de Eugenio Deschamps Peña.
Es más, seamos sinceros, yo no sabía ni siquiera quién era yo. Entonces me di cuenta como decía Antonio Tabucchi «que todo tiene que ver con todo», y que hay «vasos comunicantes» y que no es cierto que nosotros los de la sociedad civil estemos ajenos a lo que hacen los gobiernos y sus funcionarios.
El abuelo Eugenio Deschamps nació en 1861 en Santiago de los Caballeros, se casó con Ana Balbina Chávez Calderón en Montecristi, el 6 de febrero de 1890, tuvieron siete hijos. Pedro Eugenio nacido en Santiago de los Caballeros, 1890; Lizzie nacida en Islas Turcas y Caicos, en 1896 1896; Silvia nacida en Ponce, Puerto Rico, 1899; Elba nacida en Ponce, Puerto Rico, 1900; Consuelo nacida en Santo Domingo, 1902; Juan nacido en Puerto Plata, c.1905 y Ana Balbina nacida en Puerto Plata, 1910.
Lizzie Deschamps, la hija nacida en el exilio del padre poeta, escritor y patriota se casó con José Antonio Padilla, es la madre, dice una «capsula genealógica» «de la conocida catedrática, intelectual y luchadora por las libertades civiles doctora Josefina Padilla Deschamps, viuda del Doctor Rafael Augusto Sánchez Sanlley (1922-1961), héroe y mártir de la resistencia contra la dictadura del Rafael Trujillo».
Juan Bolívar Díaz, escribió el 27 agosto del 2006 lo siguiente: «Josefina Padilla: 60 años de luchas» «Cada vez que alguien habla de cansancio o frustración en las luchas sociales y políticas para la superación de la sociedad dominicana yo pienso en ella, y la busco y la encuentro siempre enhiesta, como una bandera que flota eternamente al ritmo del viento caribeño, símbolo de reciedumbre humana, precursora del ascenso de la mujer dominicana».
Ahora, mientras escucho «Maldito amor», a una semana de que se cumplan años de esa Juventud Democrática que ya tiene más de ochenta años , me pregunto: ¿ No es una sincronía felíz que Morel suene con su «Maldito amor», que el abuelo Deschamps escriba la biografía del músico puertorriqueño y denuncie gallardo al tirano Ulises Hereaux de fines del otro siglo y que nosotros faltos de aliento por «no decir nada» con su nieta, a días del 15 de octubre, en emergencia moral y ética nos unamos a ella y al abuelo poeta y podamos ponerle rumbo al amor y al pájaro darle su voz, y a ese tu amor que se perdió en mi corazón, encontrarle geografía , voz, luz y sentido.
Nota: Escribí esta historia de vida en Santo Domingo, el 7 de octubre 2012, al mediodía. La reescribo para ESENDOM, seis años después para reencontrar a nuestros ancestros.
Santo Domingo, 8 de octubre de 2018.
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