ESENDOM

Cultura y conciencia

Lo que pasa en Túnez, Egipto dice hacia dónde lleva la corrupción

ESENDOM

Por Hamlet Hermann

31 de enero, 2011

Lástima que los medios de comunicación de República Dominicana no le hayan dedicado mayor atención a las conmociones sociales que están teniendo lugar en Oriente Medio y el Norte de África. En estos episodios podríamos encontrar un espejo en el que mirarnos para especular en torno a nuestro porvenir si nuestros actuales gobernantes insisten en transitar el camino que ahora recorren.

Al revisar esta pandemia de conmociones sociales por Túnez, Argelia, Egipto y Yemen, además de las permanentes guerras en Irak, Irán, Afganistán y Pakistán, podríamos aprovechar la oportunidad para imaginarnos en ese espejo.

¿Quién podría haber pronosticado esta cadena de conmociones sociales mientras las agencias internacionales de prensa siempre reseñaban el respaldo de Estados Unidos a aquellos “estables” gobiernos en la lucha contra el terrorismo islámico? Sin lugar a dudas, en esas naciones ha tenido lugar una acumulación de fuerzas sociales que por mucho tiempo se menospreció. Históricamente, los detonantes de las conmociones sociales siguen siendo un misterio para los antropólogos, aunque las movilizaciones violentas siguen teniendo lugar cuando los gobernados pierden totalmente el respeto por los gobernantes.

Los hechos recientes en Túnez, conocidos como la Revolución del Jazmín, nos recuerdan que un régimen que gobierna por la corrupción y por la ilegalidad empieza a desequilibrarse una vez que el muro del miedo es agrietado por el empuje de las fuerzas populares. Los eslóganes en las manifestaciones empezaron en África con la demanda de mejoramiento del presupuesto de la educación, los reclamos por más empleos y las protestas por los aumentos de precios de los productos de primera necesidad. Las movilizaciones han sido reforzadas en gran medida por el repudio a las grandes fortunas amasadas en los años recientes por los miembros del partido de gobierno mientras los ciudadanos comunes sufren un creciente desempleo y una desmesurada elevación de precios de los productos y servicios básicos. Las fuerzas populares no han articulado demandas partidarias, políticas ni ideológicas, como no fuera la de erradicar la corrupción vinculada al Partido de Gobierno. Ha habido ligeras menciones de programas sociales y de libertades públicas pero el motivo fundamental ha seguido siendo el súbito enriquecimiento de los políticos en el Gobierno.

Las grandes potencias han continuado dando apoyo a este tipo de regímenes corruptos, autoritarios basados en la manipulación de las leyes porque favorecen sus intereses económicos y políticos. Pero nunca lograron entender cuan profunda era la crisis moral que estaba transformando la situación. Y para peor, nunca tomaron en cuenta a la opinión pública que denunciaba todas las deficiencias y proponía soluciones para éstas. Los gobernantes que han huido o que se aferran desesperadamente a gobiernos tambaleantes, se obstinaron en no tomar en cuenta para sus decisiones a quienes no coincidían con sus intereses perversos. Y la crisis les explotó en pleno rostro.

Una constante que ha aparecido en todas estas protestas ha sido la enorme incapacidad de los gobernantes para cumplir con su papel de árbitro. Tanto es el descrédito por la evidente corrupción que dejaron de ser aceptados como intermediarios confiables en las discusiones que afectaban a sus respectivos pueblos. Se habían evidenciado en demasía como grupos privilegiados que sólo trataban de aprovecharse de las coyunturas para seguir enriqueciéndose.
Lo que ha pasado en estos países atravesados por el trópico de cáncer es la explosión social producto de una acumulación de frustraciones. La ira que a gritos se manifiesta es una combinación de la falta de derechos políticos, la disminución de las oportunidades económicas y el abuso del poder. Los gobernantes de esos países han ido más allá de los límites que debieron mantener para preservar la paz y el equilibrio. Y lo están pagando caro.

El presidente Leonel Fernández ha confesado que no ve la televisión dominicana. Deducimos entonces que solamente disfruta la que por los canales de cable se transmite. De ahí que debamos suponer que las conmociones sociales que están teniendo lugar en Túnez, Egipto Argelia, Yemen y otros países del mundo han aparecido en su pantalla.

Es momento para pedirle que no cambie de canal porque aquello no deja de ser una muestra de hacia dónde conduce la corrupción excesiva y el irrespeto por las leyes.