Se acaba la larga noche. Al cumplirse más de dos décadas de hegemonía política del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) el fin esta cada día más cerca. Por fin se marcha la clase política que nació en las entrañas del PLD, el partido de Bosch, de Euclides Gutiérrez Félix, de Danilo, de Vincho y de Leonel. El partido donde vive el legado de Trujillo y Balaguer. El día 5 de julio perderá el control del Estado dominicano. #Sevan, dicen por ahí. Pero regresarán como ladrones en la noche o como violadores en la noche. Ojo, muchos ojos.

Con una raquítica oposición, el «cambio» lo encabeza la oposición con Luis Abinader del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Será una repetición de lo mismo: clientelismo, corrupción y políticas de hambre. De lo que se trata es de un voto castigo. Siempre ha sido así y será así mientras no exista una alternativa política. En Santo Domingo, como en el resto de América Latina y el Caribe, el futuro se escribe en las calles.

A su hora el pueblo le pasará factura a ese «cambio» que viene. Mientras tanto, no hay que dejar pasar de alto la derrota del PLD fruto de los movimientos sociales y la movilización popular. La misma movilización que derrotó el proyecto re-releccionista del danilismo y desarticuló la carrera política de Leonel. Una derrota histórica se avecina: el descalabro de una mafia criminal de enajenados sociales que serán recordados como la bisagra de una de las clases políticas más corruptas de la historia contemporánea dominicana.

Son muchas las páginas que ocuparían un recuento de la barbarie peledeísta. El PLD hizo de Santo Domingo un laboratorio del crimen: desde las alianzas con la derecha, esa misma caverna que asesinó a la juventud revolucionaria de la década de los años 70s hasta la campaña racista, anti-haitiana de 1996 en contra de Peña Gómez con el objetivo de llevar a Leonel al poder a como fuera lugar y la constitución del 2010 que prohibió el aborto, el matrimonio entre personas de un mismo sexo y el derecho a la nacionalidad a hija/os de personas de origen haitiano. En todos estos años, y en alianza con la jerarquia de la iglesia católica y la prensa tradicional, los gobiernos del PLD promovieron el odio racial y usaron el racismo como arma política. El PLD reivindicó el legado de sangre y fuego de la dictadura trujillista desde el racismo como política de estado hasta el uso de la censura, la violencia más cruel y la mentira.

Veinte años de políticas de hambre sumieron a la mayoría de la población a la miseria más extrema. Este nuevo capítulo de la historia del hambre en Santo Domingo es horrendo. La camarilla del PLD elevó la explotación capitalista a su máximo esplendor. El código de trabajo es arcaico, de sello trujillista, y solo sirve para agigantar los bolsillos de la elite económica. En ese sentido, no existe la libertad sindical. Fueron muchas las veces que los gobiernos del PLD reprimieron enfermeras y doctores y otros sectores de la clase trabajadora.

El PLD prometió una modernización a base de «cemento y varilla» y al final de cuentas, los gobiernos peledeístas terminaron provocando el caos territorial y el desorden urbano. Nunca antes la basura invadió tanto los espacios urbanos. El PLD hizo del ecocidio política oficial. Las riquezas minerales pasaron a pulpos canadienses y norteamericanos mientras el daño a los ríos y a la vida misma es incalculable.

El 5 de julio el voto castigo pondrá fin a veinte largos años de oscurantismos y prácticas autoritarias.  Se va el PLD. Celebraremos este triunfo, un triunfo a medias es cierto, pero triunfo de un pueblo harto de los abusos, la mentira y el crimen.

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