ESENDOM

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La ventana de Emelda

Por Graciela Azcárate
29 de agosto de 2018

Historia de vida

A modo de introducción

«No hay nada más concreto que la ética. Cuando falla la ética no se informa y se falta a las realidades concretas»

(…) «No puede uno decir una cosa y hacer otra, hay que ser vertical».

Rafael Núñez Grassals

«Lo que está escrito, escrito está»

Sara Pérez.

En el mes de febrero del  2012 Emelda Ramos me pidió  que escribiera la presentación del libro  que la Feria del Libro Internacional  de Santo Domingo publicaría en su homenaje. Terminé de escribir el  texto el 29 de febrero y se lo envié  con una notita donde le decía que estaba en plena transformación, que a lo mejor no era lo  esperado por ella y que estaba dispuesta a reescribir lo que quisiera.  Me respondió  que le gustaba  y nos reencontramos la tarde del sábado 28 de abril en la presentación del libro.

Ese no era el libro esperado por mí y creo que tampoco era lo esperado por ella. El libro no había sido cuidado en su edición de manera profesional y para mi horror el capítulo de Aida Cartagena Portalatín había sido ilustrado con una foto de Hilma Contreras. Es decir sin rubor, ni vergüenza habían usado la foto de Hilma en dos momentos de su vida para ilustrar los capítulos de las dos escritoras. Me contó que ella hizo la advertencia al director de la Editora Nacional  que prometió enmendar el error  pero no lo cambió ni  reimprimió.

Ese sábado, después de la puesta en circulación a mi me quedó un gusto amargo en la boca. Por Emelda que había sido agraviada  lo mismo que las dos escritoras emblemáticas, preguntándome a mi  misma en que fallé porque yo fui la profesora encargada  de darles a varias instituciones del país y a sus empleados  el curso de Diplomado en Edición de libros en el Archivo General de la Nación (AGN) en octubre de 2008.

El director de la Editora Nacional del Ministerio de Cultura  fue mi alumno y no es eso lo que le enseñé en el decálogo y las reglas de ética de todo editor que se respete.

Hace unos días mientras premiaban al profesor Rafael Núñez Grassals  y daba las reglas de ética de todo periodista, Sara Pérez  en un artículo sobre Leonel Fernández, en las páginas interactivas decía una gran verdad: «Lo que está escrito, escrito está». Y en el medio de eso, del cambio de gobierno, de las memorias del Ministro con sus fotos multiplicadas  me llegó una polémica desatada  en el Ministerio de Cultura en torno a una becaria a la cual le habían publicado el boceto de su trabajo de poesía, lo imprimieron tal cual y apurados para figurar en la feria del Libro  lo pusieron a circular para no reconocer el error del Ministerio de Cultura  y de la Editora Nacional, no lo retiraron, no le pidieron excusas, no lo reimprimieron  y el mismo director de la Editora Nacional, mi alumno del Diplomado en el AGN se sacó de encima la responsabilidad diciendo que eso es lo que le habían mandado.

El colmo de la abyección, el machismo y el silencio cómplice fue la recomendación de un ex director de una biblioteca importante del país, arrasado por la ambición desmedida de la ya ex primera dama que  le recomienda a la joven poeta agraviada que se calle, que no arme un escándalo, que no arruine la gestión del  Ministro saliente, pero lo que es peor la conmina a que escriba una carta de disculpa pública.

A mí la visión se me nubló, como si fuera un toro de lidia  y me hubieran sacudido un trapo rojo ante los ojos.  Me indigné, con ese mismo sentido de responsabilidad que todo periodista vertical tiene, ese   mismo sentimiento de ética que con tanta propiedad escribió Sara Pérez en Acento o proclamó Núñez Grassals al recibir su premio.

Una no puede  «decir una cosa y hacer otra, hay que ser vertical», animarse a decir lo que pasa  y a escribir para que eso quede  escrito.

Me alegró saber que la joven poeta es gallarda  y se respeta  y le contestó  que no iba a rectificar ni a pedir disculpas  de nada porque había sido agraviada y ofendida.

Aida Cartagena Portalatín. 

Y a mí me pareció apropiado publicar esas letras que escribí para Emelda, para  Hilma, para Aida y para don Juan porque creo que ellos siguen siendo un paradigma de ética, de responsabilidad y de respeto por nosotros mismos.

En el libro editado  por mi alumno además de las fotos repetidas de Hilma tergiversaron el orden de publicación. Lo que debió ser  presentación es epílogo y dice así:

La ventana de Emelda

«Cada vida tiene su ventana. La existencia misma es una descomunal abertura por la que se nos escurre la vida, casi siempre sin advertirlo o midiendo su escape gota a gota».

Hilma Contreras

Hace unas semanas, Emelda Ramos me pidió  que escribiera la  presentación de su libro. Lo agradecí por la distinción, me vi en un enredo porque no soy crítica literaria pero lo sentí como un imperativo de género porque somos mujeres que escribimos.

Fue como un fogonazo de la memoria. Recordé a Emelda, en la trastienda de la librería La Trinitaria, un mediodía tórrido de Santo Domingo almorzando con Virtudes Uribe y Miguel de Camps. Partidas de la risa por las ocurrencias y alardes del único varón entre mujeres.  Aquel encuentro de hace muchos años revivió al calor de la lectura de una crónica al aguafuerte, la de su libro, que discurre sin alardes pero con precisión de entomóloga por la radiografía de una sociedad de hace treinta años atrás. Una comunidad que escribe, dibuja, pinta, se reúne en tertulias y construye la memoria de una tribu a través de sus creadores.

Al recibir el texto, le di una rápida leída y me quedó grabada una frase de una escritora que le recomendaba a Emelda: «Hoy, nadie, pero menos una mujer, puede escribir  narrativa si no cuenta  con una  cultura general, que sólo se adquiere leyendo obras  selectas…  y viajando»

Una voz interior preguntó desde el fondo de mi ser ¿Porqué «pero menos una mujer», por qué  hay que leer obras selectas…o viajar? 

Porqué no se puede escribir desde lo cotidiano de la vida, como escribe Emelda, desde su ventana en el Cibao, desde la silla y la mesa  de una mujer que como dijo Américo Lugo «no recibe  órdenes de nadie y escribe en un rincón de su casa».

Leí rápidamente esas aguafuertes de tres figuras emblemáticas como son Hilma Contreras, Aida Cartagena Portalatín y Juan Bosch.

Sobre todo leí ese relato que desde una ventana escribe una mujer dominicana. Desde su ventana por donde se cuela la vida, tres cosas aparecieron con claridad meridiana.

La tertulia de la librería La Trinitaria, que está a punto de cerrar, la admonición de «pero menos una mujer» y una entrevista a Rita Maaserear donde la crítica literaria belga  brindó  su opinión sobre la narrativa dominicana de la década de los ochenta.

El 19 noviembre del 2004,  Rita De Maeseneer habló de  «La nave de los locos» que es  la narrativa dominicana de los ochenta.

Emelda Ramos. 

Es precisamente esa década, el panorama cultural, la época y sus creadores lo que Emelda  trabaja con la minucia de una aguafuertista. El domingo 19 de julio de 1981 se  encuentra con Aida Cartagena Portalatín,  y escribe una crónica, tres años después  se da cita en Santo Domingo el  jueves 6 de septiembre de 1984 con  Hilma Contreras y del encuentro con las dos escritoras escribe, minuciosa y detallista una crónica que lo registra todo. El momento, el entorno, las capillas, las tertulias, las librerías, el momento político, las rivalidades, los celos, las amistades y las solidaridades femeninas. Aun en el silencio y el ostracismo, se percibe el respiro de dos mujeres que escriben a pesar de todo y el aliento de un hombre dominicano que las apoya porque son narradoras.

Conocí a Rita De Maeseneer a través de Diógenes Céspedes y la entrevisté y publiqué su entrevista en el suplemento cultural Areito del periódico HOY.  Fue invitada por la Casa del Escritor para dar una conferencia sobre la narrativa dominicana contemporánea en el año 2004. Tal vez con la claridad de una tabla pintada al temple, con la maestría inigualable de los maestros de la pintura flamenca, Rita De Maeseneer pudo abordar como Hieronimus Bosch esa «nave de los locos» que es la literatura dominicana de la actualidad.

Para ella La Española, se convierte en el hito geográfico e histórico, es la isla donde se inicia esa «brega con el pasado».

La sombra omnímoda de Trujillo, es ese mar demoníaco donde se mece precisamente la «nave de los locos» donde se dilucida cómo narrar el régimen desde «una zona fronteriza» balbuceado lo innombrable hasta el presente con sus crónicas de la ciudad, la cruel realidad del inmigrante y una media isla en expansión.

Recuerdo especialmente esa entrevista porque en ese mar de escritores varones se desliza el cuento de Ligia Minaya, de 1999 «Llanto de cactus por una noche interminable». En el capítulo «La media isla en expansión», el campo y la ciudad se mezclan en una suerte de magia entre las viejas crónicas de la Primada de América, las crónicas de Aurora Arias, en «Invi’s paradise» de 1998, la psicología del dominicano tan bien pintado por Rita Indiana Hernández en «La estrategia de Chochueca» de 2000; «Carnaval de Sodoma» de 2002 y de Ángela Hernández, «Mudanza de los sentidos» de 2002.

Ella reflexionó en voz alta sobre su libro, insistió en la riqueza de la narrativa dominicana y su lucha por no dejarse aplastar por la impronta asfixiante de los vecinos cubanos y puertorriqueños. Dijo que ese «encuentro con la narrativa dominicana contemporánea», abordaba desde distintos ángulos todas estas aproximaciones a la identidad literaria de un pueblo, que «no es una literatura a medias, que tampoco está limitada por el marco de la media isla pero a la que hay que arrancar del yugo isleño y liberar del demonio histórico del trujillato».

Cuando le pregunté su opinión sobre  las mujeres escritoras ella me dijo algo que no podía  ser publicado. Habló  de que «estaban un paso atrás de los escritores varones y que había sumisión y silenciamiento».

Al  yugo isleño, al demonio del trujillato hay  que añadir esa sumisión, ese compás de espera, ese silencio auto impuesto de las escritoras dominicanas.

Claro, la entrevista fue en el año 2004, han pasado  ocho años desde aquella opinión de la crítica belga  y es de justicia sumar esa conversación que con un olfato fino, dibujó y testimonió Emelda: ese «pero menos una mujer  dibuja con la caligrafía  y precisión del mejor aguafuerte de Goya, los silencios por los que discurre la obra de escritura de las mujeres dominicanas.

Después dejé descansar el texto, lo guardé y me fui de viaje.

Y escribo no de la Emelda escritora, sino de la mujer dominicana, que honra a sus mayores, que los lee, los vive, los indaga, los valora, los describe con ternura, sin prejuicios ni narcisismo. Una mujer que escribe y cuenta lo que ve desde esa colosal ventana que es la vida y que tan bien describe Hilma Contreras.

No es casualidad que como en un haz de sentido coincidan Aida Cartagena Portalatín que «está sola con su estatura bajo el cielo de las Antillas», Hilma Contreras que escribe «entre dos silencios», y elige la soledad, y  mira la vida desde la ventana de la vida  y Juan Bosch que escribe una carta  en la década de 1930,  escribe una frase que puede ser la declaración de principios de un hombre generoso para con las mujeres escritoras dominicanas.

En una carta a Hilma Contreras le escribe: «Lo mismo me da que sea hombre escondido tras un nombre de mujer, una blanca bella, una negra fea, entera o tullida, tuerta, ciega o con ojos perfectos. Lo que me interesa de usted es su condición innegable de escritora».

¿No hay una distancia sideral entre la prohibición del escritor «pero menos mujer» y el apoyo que don Juan da no importa el sexo, el color o la belleza a las escritoras de raza, a esa condición innegable  de las narradoras, poetas, ensayistas, historiadoras o prosistas dominicanas?

En 1993, Hilma Contreras celebró su ochenta cumpleaños. Un colectivo de mujeres escritoras la homenajeó y editó un libro  titulado «Facetas» que reunía  la última producción de  cuentos.

Ella entendió que la escritura era el único ámbito para la mujer donde una puede mantener la independencia personal, sexual, ideológica, donde una puede vivir en  la claridad y sobre todo con lucidez.

Cincuenta años  atrás, ella escribió con el seudónimo de Silvia Hilcon  un cuento titulado «Tardes de cristal» y se lo envió  a  Juan Bosch.

 Y él   le respondió, tal vez sin saberlo con  una frase paradigmática para todo lo que  era el futuro de  la literatura femenina dominicana.

 A él no le importó si era bella, tullida, negra, blanca, hombre disfrazado tras un nombre de mujer,  lo único que celebró  fue su condición innegable de narradora.

 En 1942, Hilma se  integró a la vida literaria de la época, creció  su amistad con Aída Cartagena Portalatín, Aída Bonnelly, Franklin Mieses Burgos y participo de las tertulias literarias que se celebraban en casa de Bety Conde y Manuel Rueda. De la mano de  Aída Cartagena Portalatín publicó sus cuentos en la Revista de Cuadernos Dominicanos de Cultura. En 1950, escribió su famoso cuento «La ventana». Es el texto más antologado de toda su obra y sus personajes femeninos refieren a Aída Cartagena Portalatín, Aída Bonnelly, María Perdomo y la propia Hilma.  El telón de fondo es el estudio de Aída Bonnelly en la calle Danae 40 casi esquina Santiago.

En 1953, Aída Cartagena le publicó los cuatro cuentos en la colección «La isla necesaria».

Treinta años después, la acompañó en la celebración de  su ochenta cumpleaños. Las recuerdo a las dos  ancianas escritoras sentadas en el salón de conferencias de la Biblioteca Nacional de Santo Domingo. Juan Bosch la alabó y homenajeó en la tertulia que se celebraba todos los jueves,  en la casa de Natacha Sánchez viuda Tapia.

Unos años después, en la mejor tradición de aquellos generosos escritores y escritoras dominicanos,  Emelda Ramos desde su ventana cibaeña, austera y pudorosa, ajena a la vanidad y vocinglería de las capillas literarias  sintetiza con pulso exacto una época de vértigo, con la precisión de una entomóloga ausculta a la gente y a su entorno, y con el dibujo exacto de un aguafuerte goyesco dibuja en la plancha de cobre el futuro de una estirpe.

Santo Domingo, miércoles 29 de febrero de 2012.

Fuentes: http://www.acento.com.do/index.php/news/20324/56/Nunez-Grassals-Premio-Nacional-de-Periodismo-2012.html

Emelda Ramos: Aida Cartagena Portalatín, Hilma Contreras, Juan Bosch-  Al Aguafuerte. Ministerio ce Cultura- Editora Nacional, abril  2012- Santo Domingo. R.D.

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