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Franklyn Franco y la resistencia

Por Anthony Stevens-Acevedo

17 de junio de 2013

La partida del Profesor Franklin Franco es un golpe duro-duro para quienes creemos en el ejercicio del pensamiento crítico aplicado al presente que nos toca vivir y al pasado del que nos han quedado vestigios y que intentamos conocer precisamente para entender mejor nuestro presente, especialmente para aquellos a quienes nos preocupan el presente y el pasado de los dominicanos. A penas hablé con el Profesor Franco algunos minutos en lo que llevo de vida pero su obra y trabajo de historiador y militante cívico los he sentido siempre mucho más cerca, como fuentes de inspiración al hacerme mil preguntas sobre ese pasado y este presente que compartimos los que formamos la sociedad dominicana de dentro de la isla y de fuera.

Ojalá nunca se nos olvide su valentía intelectual, esa que hay que tener para atreverse a pensar, escribir y decir las cosas que la razón nos dice aunque irriten y enojen y hasta enfurezcan a los que quieren imponer, en Dominicana y en el mundo, una sola manera de ver y de pensar y de valorar y de sentir y de imaginar y hasta de soñar, ejerciendo su poder de gobernantes (de cualquier nivel), de eclesiásticos, de militares, de banqueros, o de empresarios, o de jerarcas de partidos políticos o de instituciones educativas. Pues hasta donde me doy cuenta, vivimos por todas partes en sociedades tremendamente saturadas de miedos y de imposiciones no abstractas sino muy concretas, representadas por los prójimos que cuentan con más poderes, sean los más cercanos a los que vemos con frecuencia y que nos saludan cotidianamente con el gesto como parte del mecanismo que se usa para apaciguarnos, o los que a miles de kilómetros de distancia en otros lugares del planeta toman decisiones a sabiendas que mantienen o refuerzan, no importan desde cuán lejos, esos miedos y esas imposiciones.

No va a ser fácil, entonces, seguir el ejemplo de Franklin Franco; su apuesta por mirar al poder (o quizás sea mejor decir a los poderosos, porque es todo cosa de humanos) de hoy y de ayer para entender mejor lo que nos pasa; su apuesta por escudriñar las diversidades que personificamos, su apuesta por el ideal de la convivencia; su cuestionamiento a todas las opresiones, brutales o sutiles, que los poderosos entre nosotros ejercen sobre los que somos menos poderosos veinticuatro horas al día trescientos sesenta y cinco días al año en las cuatro esquinas del globo, incluyendo obviamente las de nuestra querida Quisqueya, todos guiados por su profundo cinismo e inconfeso miedo a la humanidad.

De manera más personal, por los menesteres a los que dedico gran parte de mi tiempo, no va a ser fácil seguir el ejemplo de Franklin Franco en su apuesta por desempolvar y analizar aspectos deliberada y prejuiciosamente silenciados del pasado colectivo de los dominicanos, como el pasado de esclavitud y negritud y africanía que la mayoría de nosotros, en gran medida sin sospecharlo, arrastramos en nuestros hábitos y costumbres de todo tipo, transmitidos durante decenas de generaciones desde nuestros antepasados más remotos a los que se nos ha enseñado a no recordar, sean los europeos que llegaron a colonizar y a someter creyéndose que su cristianismo los hacía superiores, o los indígenas y africanos que sufrieron su supremacismo y su opresión e intentaron resistirlos y defenderse de ellos como pudieron.

Me queda, entonces, a la distancia, ante la ida de Franklin Franco, por un lado el sentimiento fuerte de una pérdida, de más soledad en el esfuerzo convencido dirigido hacia lo mucho que hace falta por hacer, pero la alegría de contar con una obra dejada o legada, o sea, unos libros y un ejercicio personal del civismo de los que nos podremos seguir nutriendo dondequiera que vivamos, en la isla o en la diáspora, como rutas o trillos abiertos con los machetes del pensamiento y de la ilusión en medio de las malezas de miedos, opresiones, discriminaciones, marginaciones, exclusiones, imposiciones y silenciamientos que se nos sirven cada día en nuestro presente.

Siempre ha habido en la sociedad dominicana (y en el mundo) gente así como Franklin Franco, que han sabido llevar la contraria en el mejor sentido de la palabra. Ojalá seamos capaces de empaparnos de lo mejor que tiene su ejemplo y podamos practicarlo con el mínimo de vacilaciones.